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Opinión

Atormentar

El ministro Catalá (en funciones) dijo el lunes la única cosa con sentido que he escuchado en los últimos tres meses: pidió un acuerdo entre los partidos para acortar la campaña de las próximas elecciones generales (repetidas) y "no dar tanto la lata" ni "atormentar" a los hastiados votantes con discursos y mítines.

Es admirable la sinceridad del titular interino de Justicia; se echa de menos en sus compañeros del Gobierno y en los líderes del PP y de las demás fuerzas políticas, a cuyos cabezas de cartel debería prohibírseles concurrir a los próximos comicios; y no ya por cínicos, egoístas o improductivos, sino simplemente por pelmazos.

Porque, como razona Catalá, a estas alturas los programas electorales son más que conocidos, y para decir en qué se los ha modificado para acomodarlos a las exigencias de los posibles socios de coalición, basta una semana de campaña. (¡Qué digo una semana! ¡Un día sería suficiente!)

Propongo aquí que los partidos se conjuren para exponer a la ciudadanía las bondades de sus idearios en una única jornada electoral, y obligarles a gastar la mitad del tiempo de sus alocuciones en revelar con quién o quiénes piensan buscar el acuerdo y cuánto están dispuestos a ceder para llegar a la Moncloa.

Lo malo es que un cambio así únicamente puede ser fruto de un 'pacto entre caballeros', como dice Girauta el de C's, y bien sabemos que entre nuestros cuatro jinetes del desacuerdo y el tacticismo sólo hay derechistas sordos o mediodialogantes e izquierdistas de salón o huidos de las plazas.

Votar es un derecho, no una obligación, pero obligación es, al fin y al cabo, que se nos conmine a soportar otra campaña baldía porque los elegidos el 20-D no han cumplido con lo acordado, que era entenderse. Pues me rebelo, y si el 26 de junio hay mucha abstención y el PP se beneficia, que cada uno de los otros tres cargue con su parte de culpa.

Que Rivera se retrate, si la tozudez de los números le empuja a entenderse con Rajoy, y que Sánchez e Iglesias lloren por las esquinas. O que uno vuelva a la plaza y el otro busque la puerta giratoria.

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