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Inventario de perplejidades

La segunda caída de Conde

La detención de Mario Conde, sus dos hijos, su yerno, uno de sus abogados y tres personas más, por presunto blanqueo de capitales y otros delitos contra la Hacienda Pública, trae de nuevo a la actualidad lo que en la década de los noventa del pasado siglo se conoció como el "saqueo de Banesto". O dicho de otra forma, la apropiación por el señor Conde de una importante cantidad de dinero del banco que luego condujo a la ruina con su gestión. Según ha trascendido, el juez que dirige la investigación sospecha que los detenidos, bien por sí mismos o con ayuda de otros, estuvieron repatriando dineros que tenían ocultos en el extranjero durante diecisiete años. En pequeñas cantidades y a través de un complejo sistema de sociedades instrumentales hasta sumar un monto de 13 millones de euros. La detención y subsiguiente registro en la residencia madrileña del exbanquero, se realizó con la acostumbrada parafernalia mediática y en el curso de la misma se produjeron algunos momentos esencialmente dolorosos para su hija y su nieto. El niño iba a ser acompañado por su madre a una importante cita médica y extrañado de su ausencia acabó enterándose de lo que ocurría por un compañero de colegio. La noticia es portada en todos los medios y ha venido a robar momentáneo protagonismo al escándalo de los "papeles de Panamá" cuyo listado se va conociendo por entregas sabiamente administradas para mantener el interés del público. Hoy aparece un ministro, mañana un actor o un futbolista y pasado mañana un aristócrata o un financiero. Y así, de esa forma tan entretenida, vamos pasando los días que nos llevarán a unas nuevas elecciones generales y al periodo final de la declaración de la renta. En los tiempos primeros de la monarquía parlamentaria se acusó al entonces secretario de Estado de Hacienda señor Borrell de instrumentalizar la investigación fiscal a la cantante Lola Flores (la Lola de España) para asustar a la ciudadanía y obligarla a pagar correctamente los impuestos. Pasados los años, no parece que el afloramiento de esos dos casos tenga el mismo propósito. Más bien parece un síntoma, uno más, de una corrupción galopante que todo lo pervierte. A propósito de la nueva detención de Mario Conde, los medios han vuelto a recordar su trayectoria fulgurante en el mundo de las finanzas, su irresistible ascensión, su caída en desgracia, su encarcelamiento y posterior libertad, sus autobiografías exculpatorias y su fracasado intento de hacer carrera en la política fundando un partido que se llamó Sociedad Civil y Democracia. Y también su implicación en algunos turbios asuntos de presiones a altas personalidades. Como cuando la actriz Bárbara Rey denunció el robo en su domicilio de unas fotos y de unos vídeos que pudieran ser comprometedores para "una persona muy importante" y para ella misma. Un asunto, por cierto, del que la actriz reconoció que había informado previamente a Mario Conde, dando a entender que este conocía el contenido de los documentos. "Yo solo le di cariño a alguien que lo necesitaba", se excusó luego la señora Rey adoptando un aire puritano. Visto desde fuera, el señor Conde ofrece la imagen del hombre que innecesariamente y por pura ambición se ha metido en demasiados líos.

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