La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inventario de perplejidades

Especulaciones sobre pactos

Descartado el pacto a la valenciana que había propuesto al PSOE Pablo Iglesias y 'no nato' un pacto a tres entre PSOE, Podemos y Ciudadanos, en el que estos dos últimos se excluían recíprocamente, solo nos queda intentar la gran coalición que le ofrece el PP al PSOE y Ciudadanos, o un pacto a la catalana en el último minuto para evitar la convocatoria de unas nuevas elecciones. La primera posibilidad sería grata a los mercados y a las autoridades de la Unión Europea pero pondría al PSOE en una posición de debilidad frente a su base social con la perspectiva de dejar de ser la fuerza hegemónica de la izquierda en España. Y la segunda, sería también muy complicada de cuajar ya que el PSOE y Ciudadanos pretenden sustituir a don Mariano Rajoy como aspirante a presidir un gobierno de coalición mientras que el PP solicita del PSOE el cambio de Pedro Sánchez por otro diputado que no se hubiera comportado de forma tan hostil y grosera con el político pontevedrés. Puestas así las cosas, parece inevitable que el próximo 26 de junio, volvamos a votar con la sana intención de salir de este atasco aunque las encuestas que se manejan vaticinan resultados muy parecidos a los del 20 de diciembre pasado. Salvo que el hastío ciudadano provoque un notable aumento de la abstención y esta acabe por favorecer al PP, que cuenta con una base social tan fiel como disciplinada. En ese caso, según opinan algunos politólogos, el reparto de escaños se alteraría en beneficio del partido conservador y lo situaría en una buena posición para aspirar nuevamente al gobierno contando con el apoyo de Ciudadanos, que se mueve en el mismo espectro ideológico aunque ofrece una imagen más moderna y no contaminada por los sucesivos escándalos de corrupción que desde hace años aquejan a la formación política que fundó Fraga Iribarne. Bien, todo eso son conciliábulos y especulaciones que el tiempo confirmará o desechará, pero lo que sí parece evidente, al margen de los reproches tácticos entre los partidos culpándose unos a otros del fracaso de los pactos, es que la ciudadanía ha quedado muy frustrada con el resultado final. Se aspiraba a corregir la ineficiencia y el nepotismo del bipartidismo imperfecto que nos gobernó desde la transición (cuando alguno de los dos grandes no alcanzaba la mayoría absoluta había que recurrir al nacionalismo vasco y al catalán para redondearla) pero los dos nuevos partidos en la derecha y en la izquierda no alcanzaron el número de votos necesario para imponer ese cambio. Una vez detectadas las peligrosas grietas en la estructura del sistema, lo normal hubiera sido que todos los partidos se hubieran conjurado para resolver el problema con una reforma de la Constitución que representase unas nuevas reglas de juego aceptadas por todos. Ese acuerdo significaría la formación de un gobierno provisional en el que tuvieran representación las principales fuerzas parlamentarias y una vez cumplida su tarea la convocatoria de un referéndum y de unas nuevas elecciones. Eso, repito, hubiese sido lo normal, pero hemos preferido arbitrar un apaño para ir tirando en vez de enfrentarnos a la realidad. "El carácter español no soporta los matices", dijo el príncipe de Metternich.

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