No sé si habrá algún caso similar en las Islas Canarias, en España o en el mundo de una saga familiar que ostente un título nobiliario con tanto arraigo en la historia del turismo como el Condado de la Vega Grande de Guadalupe, iniciado en 1777. Un linaje que entronca con las familias que protagonizaron la conquista de Gran Canaria tanto por parte de los mandos de las tropas coloniales como por los descendientes de los monarcas de la isla de Canaria y la de Lanzarote.

No voy a hablar acerca de su vinculación con la introducción de industrias y productos que cambiaron la economía isleña, analizado en una completa obra por los historiadores Manuel Lobo Cabrera y Fernando Bruquetas de Castro en su obra El condado de la Vega Grande de Guadalupe. 2014. Alejandro del Castillo Bravo de Laguna), por lo que voy a centrarme en aquellos aspectos relacionados con la actividad turística.

Para empezar, podríamos señalar a Pedro Agustín del Castillo y Ruiz de Vergara (1669-1741), predecesor del Condado y autor del manuscrito Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria (1735), que además de un texto fundamental para la historia de Canarias considero la primera guía turística de las Islas, para dar a conocer sus valores a Francisco Bernardo Varona, caballero de la Orden de Santiago, Gobernador, Capitán General de estas Islas y Presidente de su Real Audiencia. Evidentemente, en aquella época los personajes que podían hacer turismo eran contados con los dedos de la mano, pero la lectura de esta Descripción invita a conocer y disfrutar de un territorio con una sociedad troglodita que el Renacimiento europeo descubrió en el siglo XV para sacar las islas de la mitología.

Es el segundo conde, Francisco Javier del Castillo Ruiz de Vergara y Amoreto (1749-1800), relacionado con la ilustrada Real Sociedad Económica de Amigos del País (1777), y con sus impulsores entre los que figuraba su pariente, Cristóbal del Castillo Ruiz de Vergara y Manrique, pero sobre todo José de Viera y Clavijo (1731-1813), uno de nuestros primeros viajeros que conoció la Europa imperial y a los revolucionarios franceses, a la vez que un pionero del viaje, al ser junto al ingeniero tinerfeño Agustín de Bethencourt y Molina (1758-1824), los que protagonizaron los primeros vuelos en globo en España.

A comienzos del siglo XIX, Leonor del Castillo realiza en el barrio de Vegueta unas alfombras de flores durante la celebración del Corpus (posiblemente por la influencia genovesa de la familia a través de los Amoretto, Sopranis, Cairasco...), actividad que lleva a La Orotava en 1847 donde inicia la tradición de las alfombras. Es a mediados de este siglo cuando se crea una entidad fundamental de la sociedad civil grancanaria, el Gabinete Literario, en cuya creación en 1844 encontramos a otro miembro de la familia condal, Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara. Al año siguiente de su creación, esta entidad acoge la creación de la primera Sociedad Filarmónica de España, que daría un impulso a la cultura en Gran Canaria.

La sociedad civil grancanaria era muy activa y reivindicativa. De ahí que haya varias entidades que surgen como consecuencia del empuje social y cultural, como es el Museo Canario en 1845 (con el que ha colaborado activamente la Casa Condal), el primer Club de Golf de España en 1891, en el Lomo del Polvo, la loma que domina el Hotel Santa Catalina, el cual fue creado por una sociedad en cuyo accionariado participaba la familia condal cuando era conde Fernando del Castillo Westerling (1828-1901), según señala el catedrático Antonio Macías Hernández.

El impulso turístico pasa a manos de los ideólogos que crean el Sindicato de Iniciativas y Turismo (posteriormente el Centro de Iniciativas y Turismo) con los hermanos Martín-Fernández de la Torre, Néstor y Miguel, así como Domingo Doreste Fray Lesco. Es el artista Néstor el que en su discurso Habla Néstor hace mención a Maspalomas, al indicar que "?La formidable playa de Maspalomas... que las generaciones que nos sucedan lleven a cabo proyectos que aconsejen las realidades del momento. No concibamos las cosas en pequeño, sino en grande, con la vista en el porvenir". Y la familia condal asumió el reto. Se negaron a los proyectos del Cabildo de crear un Parador en el palmeral, o convertirlo en un zoo como había planteado el arquitecto Nicolás María Rubió Tudurí. La respuesta fue la convocatoria del Concurso Internacional de Ideas Maspalomas Costa Canaria (1961, fallado en 1962) siendo conde Alejandro del Castillo y del Castillo (1892-1977), cuyo desarrollo gestionaría su sobrino y noveno conde, Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna (1928-). Ambos obtendrían, entre otros reconocimientos, la Medalla de Oro al Mérito Turístico. Alejandro del Castillo y del Castillo presentó el proyecto ante la directiva del Centro de Iniciativas y Turismo, al que se incorporó en su directiva durante los años sesenta. Esta institución está presidida en la actualidad por uno de los hijos del noveno conde, Fernando del Castillo Benítez de Lugo.

La familia condal convirtió los terrenos casi improductivos, dedicados al tomate, en la primera gran ciudad turística de España. En ella, surgida de la nada, construyeron el primer templo ecuménico de España, el primer parque temático del país (Sioux City), el aeroclub, el Centro Helioterápico, restaurantes (el singular y desaparecido La Rotonda), hoteles (el Hotel Oasis Maspalomas lo encargaron a Corrales y Molezun a instancias del arquitecto Manuel de la Peña, a quien el noveno conde pidió que buscara un arquitecto para hacer "el mejor hotel del Atlántico"), un campo de golf de 36 hoyos en un paisaje dunar... Pero de aquel páramo tuvieron que crear todas las infraestructuras: la presa de Soria y la red condal de distribución de aguas, la Eléctrica de Maspalomas (Elmasa) por el desplante de Unelco, los viales, los viveros, las comunicaciones, la atención médica e incluso la cementera que pudiera facilitar el material para las construcciones que se realizaron con la modalidad de apartamentos que permitió que numerosos pequeños inversores pudieran pagarlos con las rentas que producían favoreciendo a un gran número de isleños. En diez años, Maspalomas Costa Canaria desbancó a Las Palmas de Gran Canaria en número de turistas alojados, con un impacto extraordinario al pasar la Isla de 58.000 turistas anuales a más de 900.000 en 1974.

La presencia de los astronautas en la Isla, gracias a la cesión de los terrenos en Maspalomas para la creación de la estación espacial de la NASA, o el mecenazgo cultural que hizo la familia condal al financiar el Festival de Ópera de Las Palmas (1967), son también actuaciones que han permitido potenciar la marca turística de Gran Canaria, sin olvidar la iniciativa de promocionar las Islas con una revista que tuvo un enorme impacto: Costa Canaria, bajo la dirección de Carlos Yrisarri y en sus números finales por Pedro González Sosa.

Una familia que hace honor al lema de su escudo: "Ensalza siempre la vida. La honra si no se olvida".