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Somos nadie

Por la puerta de atrás

Lo escribió en 1727 Johathan Swift en el ensayo El arte de la mentira política: "Los unos sueltan una mentira para comprar o vender un fondo o una acción a un precio más ventajoso, y los otros porque es honorable servir a su partido, y otros porque finalmente es dulce satisfacción su deseo de venganza". Esta vez José Manuel Soria no cumplió ninguno de estos perfiles. El ya exministro no mintió para comprar ningún fondo porque los tenía comprados y a buen recaudo, ni lo hizo para servir a su partido, porque esta vez sus mentiras en lugar de servirle para salvarse del fango lo que provocaron fue fastidiar más a un partido que ya no tiene credibilidad. Tampoco, esta vez, mintió por venganza. ¿Entonces por qué mintió Soria?

Pues mintió porque estaba acostumbrado y porque hasta ahora las mentiras lo salvaban. Mintió en sede judicial cuando durante la instrucción del caso Salmón le dijo al tribunal que no había participado en la votación en el Parlamento a favor de la urbanización del empresario noruego que lo había llevado gratis total a pescar salmón. Mintió a la juez que archivó el caso a pesar de que pudo ver el vídeo del Parlamento donde se veía a Soria beneficiando con su voto a su generoso amigo. Mintió Soria cuando declaró que enviaba en vuelos nocturnos a inmigrantes africanos sin documentos a Madrid, sin coordinarse con los servicios sociales de esa comunidad que también gobernaba el PP, y decía que los enviaba para que gestionaran sus documentos en las embajadas de sus países. Cuando no mintió en el asunto de la inmigración fue cuando siendo alcalde ordenó que abrieran de madrugada el riego del césped de la plaza de la Feria, para impedir que pudieran dormir unos africanos que acampaban frente a la Delegación del Gobierno.

El jueves me llamaron de un periódico de Madrid. Estaban preparando un perfil de la trayectoria política de Soria. Me decía el periodista que en todas las redacciones madrileñas daban al todavía ministro por amortizado desde el miércoles pasado. Uno podría escribir aquí una lista de agravios de sus actuaciones como Torquemada, como experto en mandar a la hoguera a los periodistas desafectos, en listas de periodistas non gratos que no debían salir en los medios que Soria controlaba con presupuesto público, me refiero también a los medios privados que recibían generosas cantidades publicitarias por tratarlo bien. No importaba nada que esos medios fueran poco vistos, como por ejemplo el Grupo Intereconomía, al que regaló casi 200.000 euros de la Consejería de Turismo del Gobierno canario por poner en portada Un Gal sin crímenes en Canarias en la revista Época. La palabra Canarias asociada a crímenes, algo muy propio para ser patrocinado por la Consejería de Turismo que controlaba Soria a través de Rita Martín. Algo que hizo, por cierto, con la complicidad de sus compañeros de gobierno de Coalición Canaria que luego lo convirtieron en el malo malísimo por ser el ministro de Repsol. También encontró Soria la ayuda de algunos periodistas canarios que hoy se apuntan a quemarlo en la hoguera y en su día se ofrecieron de voluntarios para ayudar en el juzgado al político de Telde en su maniobra por tapar la porquería del caso Faycán.

Quién se lo iba a decir al hasta ayer Excelentísimo Ministro del Reino de España. Con todo lo que se lo curró para acabar en alguna embajada o de consejero de alguna eléctrica o petrolera de esas que fichan a los grandes hombres de Estado como pago a los servicios prestados. Y al final se marcha usted por la puerta de atrás. Como le decía, podría hacer una lista de agravios, de las veces que usted jugó con el pan de mi familia cuando amenazaba a los directivos de las empresas que me contrataban (públicas y privadas). Uno ha querido ser un simple cronista de las cosas que pasan, en democracia criticar a quien está en el poder político o económico no debería ser un acto de heroísmo. Aunque en esta Bananaria nuestra parece que sí lo es. Hay políticos y empresarios intocables que solo son señalados con libertad cuando caen de la montaña de dinero que han acumulado. Usted, señor Soria, jugó con mi pan pero siempre intenté no obsesionarme con usted. Las obsesiones son malas si uno quiere ejercer el oficio con rigor (sea uno político, periodista, juez o empresario). Usted es la prueba de ello. Usted ha caído por las dos obsesiones que le han servido para trepar en su carrera política: la mentira y el dinero. Puede usted mirar la parte positiva. A partir de hoy descubrirá cuántos amigos tiene. Usted se va y los que no le tuvimos miedo seguimos.

@juanglujan

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