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El análisis

Guerras de religión, guerra a la religión

El peligroso regreso de las religiones (Die gefährliche Rückkehr der Religionen), se lee en una portada del semanario Der Spiegel. El contexto en el que se sitúa el encabezamiento de la cubierta de la revista alemana es el de los atentados en Bruselas. Lo que no se entiende es por qué figura una cruz como imagen central. ¿Acaso porque cuando se trata de tildar en público de retrógradas a las religiones resulta más cómodo hacerlo con la cristiana? Sin embargo, el respeto hacia la tragedia personal y la acongojante obra literaria de Imre Kertész, Premio Nobel de Literatura 2002, fallecido cinco días después de estar en los quioscos el antedicho número de Der Spiegel, ha atemperado los excesos de un pronto excitado por la portada ominosa, ya que con la relectura de las páginas autobiográficas del novelista y ensayista húngaro se ha hecho oír nuevamente con fuerza el clamor de quienes padecieron los efectos de un degradante colapso moral en la cristiana Europa.

El escritor judío, nacido en Budapest en 1929, fue deportado en 1944, con quince años, al campo de Auschwitz, primero, y al de Buchenwald, después. Logró sobrevivir. Ha publicado varios libros en los que ha referido sus vivencias de aquel periodo terrible: Sin destino, Fiasco, Kaddish por el hijo no nacido, Un instante de silencio en el paredón o La última posada, que ha salido a la venta en España en estos días de abril. Son sólo algunos de los títulos de su tardíamente reconocida producción literaria: "Siempre seré un escritor húngaro de segunda fila, ignorado y malinterpretado".

Imre Kertész manifestó en cierta ocasión respecto al nazismo y al comunismo: "Todo lo que pasó en el siglo XX ocurrió y sigue existiendo, está con nosotros, en nuestra memoria. Auschwitz, el Gulag... viven aún en los genes de la humanidad. Y las generaciones futuras seguirán llevando estos genes". Y aclara: "Se ha desarrollado un patrón, y ese patrón existe en las mentes de la gente. Puede ocurrir de nuevo porque ya existe un modelo. Antes de la guerra, si a alguien se le hubiese ocurrido decir: vamos a construir un campo de exterminio de judíos, la gente habría pensado de esa persona que era un enfermo mental. Antes de la guerra, esas cosas no habrían sido posibles. Pero hoy, sí, hoy puede ocurrir, porque existe un precedente".

Ya es tarde para preguntar a Imre Kertész si el grito de guerra "¡Arderéis como en el 36!" y otras expresiones de la misma laya pertenecen a ese código genético del horror. Pero volviendo al juicio sobre las religiones que se lee en la portada de Der Spiegel, el informe del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia proyecta una esclarecedora crespa de luz sobre esa cuestión. Corresponde al primer trimestre de 2016 y se titula "Guerras de religión, guerras a la religión".

Según los analistas que han colaborado en la confección de esa relación auspiciada por la entidad que lleva el nombre del venerable obispo vietnamita, Europa Occidental se está agotando, desangrando, en la guerra que ella misma se ha empeñado en sostener contra la religión, y en especial la católica. No es una guerra convencional; no hay armas ni estrategias militares. La lucha tiene lugar por medio de leyes, políticas, intervenciones de organismos internacionales, intimidaciones, uso de los medios de comunicación o empleo de recursos de propaganda contra los fundamentos en los que se sustenta cada religión, toda religión.

Es por ello por lo que Europa no es ya capaz de defender en el mundo ni siquiera el derecho a la libertad religiosa, que es una realización excelente, el indicativo de una humanidad cumplida. Nadie espere, pues, el que por su mediación se hallen soluciones de paz para las guerras de religión en Siria o Nigeria. Tampoco se pronunciará en contra de la persecución sistemática de cristianos en diversas partes del planeta, particularmente en territorios del Califato, en donde se está consumando un flagrante genocidio.

De esa Europa, que no quiere cuentas con la religión, que tan sólo la tolera, están saliendo, sin embargo, jóvenes que, en número creciente, viajan a países en los que puedan prepararse para regresar a ella y declararle la guerra santa. Exporta, por una parte, relativismo, sobre todo a Iberoamérica, e importa, por otra, religiones. Hasta hace poco, se pensaba que irían apagándose ellas solas; ahora viene Der Spiegel proclamando que están en auge y son peligrosas. ¿En qué quedamos? Europa se halla en una encrucijada histórica. Y el camino hacia su futuro ha de estar iluminado por las luces de la razón y de la religión, porque para esta, además, sépalo el semanario alemán, no actuar según la razón no es de Dios, como recordó Benedicto XVI precisamente en Ratisbona.

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