Un atento lector de la Avenida Marítima contempló con gran asombro cómo un esquiador acuático con una tabla, arrastrado por una motora por la bahía, cerca del puerto deportivo, pasaba a menos de diez metros de un buzo. El submarinista, que estaba pescando, iba sin ninguna señalización, todo sea dicho, y el patinador sobre las aguas ni se enteró. El azar es un gran aliado. A diario evita muchos accidentes. Y en el mar, cada vez hay más.