En algún sitio leí que "en ciertas partes del mundo hay todavía gente que reza por las calles. En este país les llamamos peatones". Caminar por las calles hoy es hacerlo sin red de seguridad y con grandísima capacidad de alerta, ya que a veces aparecen automóviles (coches) lanzados y tan agresivos como el águila cayendo sobre su presa. Y aunque la vida hay que boxearla con habilidad, existen momentos problemáticos en alguna circunstancia de la misma que hace que un cerebro atribulado camine por las vías con la guardia bajada y, sin comerlo ni beberlo, se encuentre en un periquete bajo las ruedas de un vehículo y que en un tris el pobre conductor se vea implicado y más complicado en el accidente que ponerle un pantalón a un ciempiés.

A la orilla de un paso de peatones estaba servidora charlando con un conocido, que no amigo, de aspecto desolado y doblado de dolor pues se estaba separando de su esposa, a la que aún amaba pero que ella lo había dejado de querer y ya no lo soportaba. A unos segundos de que nos diera vía libre el muñequito verde, me apremió para que aprisa cruzáramos ambos, pero servidora, prudente en estos casos, no me dio tiempo a negarme porque él, ni corto ni perezoso, cruzó la rúa a toda carrera saltando como una liebre hacia el otro lado a donde no pudo llegar, pues el estruendoso frenazo del auto, que casi lo embiste de lleno, del susto lo dejó parado como un elefante de escayola.

Conducía una mujer y por un instante me asaltó la duda de si era la esposa del atrevido viandante. Y sí, lo era. Qué casualidad. El pitazo que le dio fue de los que hacen época, diciéndole malhumorada por la ventanilla algo que no entendí. Saludándola, me dirigí al otro margen donde el marido me esperaba. Obsesionado con su separación sólo acertó a decirme, "¿ves? Si yo fuera mala persona la denunciaría por intento de homicidio". Le pregunté desplegando mi asombro e incapaz de disimular tal barbaridad, "¿pero lo crees de verdad?", contestándome, "hombre, lo que está claro es que, esto que ha hecho, no ha sido una maniobra de acercamiento sino todo lo contrario".

Desde luego servidora la eximí al instante de toda sospecha, despidiéndome en cuanto pude del conocido, no fuera que me pidiera ser testigo de algo que solamente tenía en su cabeza. Y es que calles y automóviles hoy, dan más problemas que un libro de matemáticas. Aunque en este caso el problema lo causó él por cruzar antes de tiempo. Que tengan un buen día.

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