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Zigurat

La noticia nuestra de cada día

Es demasiada información para procesarla o deglutirla en pocos minutos. Aunque hay quien dice que no se trata de la cantidad, sino de saber buscar y encontrar la calidad dentro de la cantidad. O me estoy acostumbrando a que lo que leo, veo y escucho, aunque sea de una magnitud catastrófica, inhumana, impúdica o vulgar, no se quede mucho tiempo conmigo y me cueste discernir sobre tal cuestión, o me estoy quedando noqueado por la abundancia de abusos que se siguen cometiendo en nombre de la democracia que es la punta de lanza de un sistema que esclaviza hasta decir basta.

Ahí siguen en el Mediterráneo nadando entre sombras, hundiéndose y vueltos a la superficie u olvidados para siempre en el oscuro desafío de cruzar unos cientos de kilómetros para llegar a algún lugar donde se les quiera atender y buscar amparo. Pero ahora no estamos para eso: en todos los países europeos tienen sus propios problemas, y si bien antes eran el desempleo y las políticas sociales (ya saben, eso que antes se llamaba miseria, pobreza, minusvalía, demencia, marginación) los que quitaban el sueño a muchos estadistas que se propusieron hacer de la casa común un espacio de libertad y justicia, donde cada cual nacido de madre podía estudiar o tener sanidad universal o vivienda... o simplemente comida y agua, ahora es el terrorismo islamista el que aúna políticas defensivas e intercambios policiales para hacer frente -que no frenar- lo que se viene encima; y esta es una opinión sin hacer un análisis exhaustivo de las ultimas propuestas para el norte de África que da al Mediterráneo.

Nadie quiere a los migrantes, emigrantes o inmigrantes, es igual cómo se les diga para lo que nos ocupa; y hay más voluntarios en las islas griegas, en Italia o Turquía que efectivos de los propios gobiernos.

Demasiado problemático el mapa de esta nueva guerra que suena en cada esquina; guerra silenciosa como un rezo en la capilla, como un rumor que cobra sentido cuando estalla en seres humanos desprovistos de presente y por supuesto de futuro.

Han comprado la voluntad turca con miles de millones para que, igual que Marruecos, haga el trabajo turbio y detenga, reprima y expulse a todo aquel que llegando de regiones ya sin nombre perturbe lo que va quedando del estado del bienestar que tanta guerra fría costó levantar.

Hay en las constituciones de muchos países artículos que son conquistas sociales importantísimas en la progresión de la razón humana, pero hay muy pocos que las lleven a cabo, simplemente porque son inalcanzables: ¿alguien pondría en duda que los derechos humanos elementales están a salvo en Europa? Últimamente los derechos fundamentales de miles, millones de ciudadanos están restringidos -por decirlo de alguna manera- y lo que hace una década era de sentido común hoy se torna imposible. Los refugiados siguen llenando los campos de concentración o de detención o de retención -usen el eufemismo que quieran-, y las soluciones se alejan para ellos y para nosotros.

Y en esto que Francisco se planta en Lesbos, se reúne con los que prestan allí servicios, con gente de todo el mundo que llega a prestar auxilio, infunde ánimo y alienta a los desgraciados y se trae para el Vaticano a unos pocos. Esos pocos que ha traído el Papa a su estado son más que los que muchos países de Europa han acogido, incluido España. No sé si lo cogen, pero algo está cambiando cuando el referente moral universal por unos días ha sido Francisco.

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