La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cucarachas, periodismo y paraísos

El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse. Cuando Kapuscinski, maestro de periodistas, pronunció esta frase no pudo definir con mayor precisión este oficio. El mejor oficio del mundo como decía su amigo García Márquez.

Sea el mejor o no, es momento de reivindicarlo, de empujarlo, de ponerlo en valor tras años de paro, precariedad laboral y cierto descrédito que ha corrido en paralelo a las instituciones y a la política.

También es un oficio incomprensible y voraz cuya obra se acaba después de cada noticia, a decir de García Márquez. O flor de un día y vuelta a empezar que decía mi director de LA PROVINCIA, Paco de la Iglesia, cuando una se iniciaba en esto del periodismo y del que tanto aprendí.

No me lo cuentes, escríbelo, era otra de sus frases favoritas cuando el tiempo -uno de los enemigos de esta profesión- se nos echaba encima y así era casi siempre. Un cronómetro sin piedad que forma parte de este oficio exigente, con un punto esquizofrénico, de poca autocrítica y escasamente valorado.

Pero la pasión nos puede. Un trabajo vocacional y pretendidamente objetivo a pesar de los errores, de la presión y de los escasos medios con los que habitualmente se trabaja. Y de los talibanes, piratas y pontífices que aquí también existen pero que no empañan el buen hacer general.

La inmensa mayoría de mis compañeros entiende el periodismo como lo que es: contar las cosas relevantes que suceden o desvelar las que se esconden. Esto es, encender la luz para que la gente vea cómo corren las cucarachas a ocultarse.

Es exactamente lo que han hecho más de 300 periodistas reunidos en un consorcio internacional con los papeles de Panamá: destapar las cloacas del paraíso. Bajos fondos donde anidan esas cucas que, cuando son descubiertas, salen disparadas a buscar refugio en el yo no fui, no me acuerdo, todo es falso o lo desmiento.

Revelaciones tan graves que han terminado de llenar el saco de un país que ya no cree en nada. Una incredulidad que también ha golpeado a los periodistas durante estos años por mimetizarse en demasiadas ocasiones con el poder político y el económico aliñada con la proliferación de shows que ningún favor ha hecho a la profesión.

Sin embargo, y a pesar de estas miserias, este oficio es muy digno y necesario. No solo por episodios como los papeles de Panamá, que nos reconcilian algo más con la audiencia, sino por el trabajo serio y honesto que cada día se hace en las redacciones con el ánimo de contar y desgranar lo que está pasando.

Un trabajo profesional muchas veces vilipendiado pero indispensable. Por más que algunos se empeñen, no nos va a sustituir un tuit. Las redes sociales la transforman pero no matarán una labor que no solo informa sino que explica, analiza e interpreta la realidad que nos rodea.

El mejor oficio del mundo, como aseguraba Gabo, que también debe reivindicarse exigiendo independencia. Individual y colectiva para poder seguir encendiendo la luz que tanto temen esas infames y ocultas cucarachas.

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