La Provincia - Diario de Las Palmas

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Tropezones

Vikingos

Como presunto descendiente de vikingos, en más de una ocasión se me ha querido pinchar, poniendo en duda las proezas bélicas y navegadoras de mis antepasados; por lo que voy a entrar al trapo y explicar de una vez por todas la génesis de dichas hazañas, y por qué durante casi tres siglos mis ancestros dominaron el mar y la guerra.

El arranque fue sin duda la innovación metalúrgica, que proporcionó a los vikingos entre otras ventajas, la de poder fabricar unas cotas de malla, cuya ingeniosa imbricación de las anillas de acero las hacía imposibles de perforar, incluso para los mandobles más pesados de la época. Dicha primacía tardó años en verse superada. Tantos como los necesarios para imponerse en la Alta Edad Media en los enfrentamientos armados de sus correrías por todas las costas del oeste de Europa.

La segunda baza fue sin duda su superioridad en la ingeniería naval, con unos navíos insólitos que les permitieron bordear las costas de todo el continente europeo, atreviéndose asimismo con el asalto al Atlántico, incluso hasta las costas americanas de Labrador, previas escalas en Groenlandia e Islandia, donde ya habían establecido una cabeza de puente. La innovación en este caso consistía en un diseño de los barcos de gran anchura , con una incipiente quilla y una ligereza que les permitía un calado de prácticamente un metro, lo que les aseguraba la navegación incluso en ríos de escasa profundidad y una penetración en el territorio hasta las mismísimas zonas habitadas. La disposición de galeras les facilitaba también una maniobra rápida, al poder invertir el sentido de la marcha instantáneamente, y no permanecer inmóviles en momentos de calma chicha. Con velas podían alcanzar casi 16 nudos, y sin ellas los 7. Aunque por supuesto que dichas prestaciones no les salían gratis. Como el espacio de un submarino, donde sólo hay cabida para el descanso de la mitad de la tripulación, que ha de turnarse para descansar, los "drakar" vikingos, cargados de agua y provisiones, reservaban para la tripulación un espacio limitado: los arcones con las pertenencias de los marineros eran a la vez sus asientos, sus mesas, y sus soportes para el descanso, protegidos de las inclemencias del tiempo por simples lonas tendidas sobre sus cabezas. No es de extrañar que en una ocasión una expedición de 25 embarcaciones a Islandia se saldara con 13 barcos desaparecidos que no llegaron a superar la travesía.

Pero ya puestos a defender a mis antepasados, voy a aprovechar, aunque me reprochen arrimar el ascua a mi sardina, para exponer mi teoría que dicho afán de innovación bien podía haber estado ya en el genoma de los vikingos, perpetuándose tal vez hasta nuestros días. Y como botones de muestra de la inventiva sueca, me permitirán que cite algunas ejemplos de la misma. Sabían Uds. que a la pequeña nación nórdica le debemos el invento de la cremallera, de la (mal llamada) llave inglesa, de la llave de tubo, de los rodamientos a bolas, del motor trifásico, de la dinamita, y muchos otros, hasta llegar a los más recientes, utilizados cotidianamente por mis lectores, como los cinturones de seguridad o los envases tetrapak de cartón y aluminio para leche, zumo y (¿horror?) hasta vinos de marca.

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