La Provincia - Diario de Las Palmas

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Palabras en el Malpéis

Cambalache

Miércoles, 13 de abril. Una cola de bonaerenses espera pacientemente a las puertas del legendario Teatro Colón para poder ofrecer su postrero adiós a Mariano Mores, último mohicano de la época dorada del tango, que ha fallecido casi centenario. El pianista Mores, autor de algunas de las partituras más emblemáticas del popular género porteño, es el primer músico popular velado en el elitista coliseo de la capital. Tuvo la suerte y el olfato de cultivar un repertorio que le ha reportado durante décadas el récord de recaudación por derechos de autor entre los compositores argentinos. El rosario de panegíricos que dedican los noticieros argentinos al compositor en el titulaje de noticias del día no está solo justificado por el talento musical del finado; lo acompañaba, además, su fama de ser humano generoso con sus compañeros de profesión.

Dentro del féretro el muerto calza sus acostumbrados zapatos stilettos de corte italiano que un día copiara a Fran Sinatra. Entre eso, su peluquín desnortado y sus camisas refiladas a juego con corbatas embarrocadas, Mores proyectaba para los no iniciados la llamativa imagen de tanguero vestido por una sastrería del Brooklyn de la mafia neoyorquina de los 60. Las notas de su Cafetín de Buenos Aires, que suenan insistentemente en los televisores, se peleaban desde la mañana con el opaco sonido de la lluvia golpeando en la ventanas y los gritos y bombos de la muchachada kirchnerista que amenaza las calles de la burguesa capital federal.

Es la misma mañana en la que Cristina Rodríguez de Kirchner, ex presidenta y viuda de ex presidente, es citada en la corte federal como imputada en una de las varias causas abiertas en su contra y en la de algunos de sus allegados por malversación de fondos durante sus doce años de gobierno. La Señora -así es conocida por sus partidarios continuando con una tradición nacida en la cultura justicialista desde Eva Perón- volvió a la capital el día anterior desde su refugio de El Calafate, en la sureña provincia de Santa Cruz. Los Kirchner iniciaron allí su escalada al poder y allí probaron con éxito un distorsionado modelo de comportamiento sobre lo público que les generó, tras su salto a la política nacional, un extraordinario enriquecimiento ilícito que la ley quiere ahora probar y castigar a propósito de las pruebas aportadas por una especie de Bárcenas local.

La imputada se presenta en la Corte rodeada de miles de enfervorizados partidarios que la cortejan desde su llegada y a los que dedicó un improvisado baile desde la ventana de su departamento capitalino la noche de autos. Son la bancada de La Cámpora, mimados durante años por Cristina y temidos por periodistas y fuerzas policiales por su radicalidad. El mito del peronismo gobernante resiste a la Historia con ilimitadas dosis de populismo alimentado por un presupuesto público ahora resentido por la realidad económica. El recién estrenado gobierno -con un presidente que sufre sospechas por vinculaciones de su familia con el desfalco panameño- se bautiza con una herencia envenenada que empuja a inevitables subidas de insumos o al combate de epidemias de dengue en las barriadas de la propia capital.

La peligrosa grieta en la política y en la sociedad argentina -como en casi todo el Cono Sur- no es casual, y obedece a razones bien profundas, pero el vómito de noticias y corruptelas en altas instancias institucionales que llegan desde el cercano Brasil o desde la más lejana Venezuela no para a estas orillas del Atlántico. Tampoco se circunscribe a los detentadores de ideologías, unas bautizadas como liberales y otras como progresistas; basta repasar la incómoda relación de escándalos que vomitan los titulares periodísticos españoles. La apariencia de que todo se convierte en sospechoso y corruptible asola el eco de un mundo que se creía confiado hasta sólo una década. Un mundo ensoberbecido tras la caída de un muro de hormigón que partía en dos una ciudad en el centro de la vieja Europa y que encerró sueños y segó vidas a uno de sus lados en el acomodado miedo a una frontera previsible y hasta entonces aparentemente inexpugnable.

El Maestro Mariano Mores, inasequible al desaliento y cultivador de una placentera nostalgia, escribió canciones amables, amorosas, dueñas de un pasado atrapable en pasos de tango. Pero estos días que parecen aciagos vuelven a traernos los versos de su maestro Discépolo y su Cambalache: "Vivimos revolcaos en un merengue/ y en un mismo lodo todos manoseaos".

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