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Inventario de perplejidades

Fiable como un reloj suizo

Leo en la prensa que los fabricantes suizos de relojes están muy preocupados con la aparición en el mercado de los relojes digitales, más baratos y versátiles que los suyos. La exportación tuvo una caída espectacular y la competencia de esos artefactos ,que algunos también llaman "inteligentes", se acentúa. Sobre todo en la venta de los relojes de valor medio porque los calificados como de lujo resisten mucho mejor. A los famosos Rolex, por ejemplo, que tienen un valor patrimonial que no caduca con el paso del tiempo, la competencia no les ha afectado en absoluto. Pese a todo, la preocupación de los fabricantes es comprensible. El valor de los relojes fabricados en Suiza alcanza los 5. 000 millones de euros al año y si el cambio en el gusto de los consumidores se orienta en otra dirección las consecuencias podrían ser catastróficas para uno de los productos industriales de más prestigio. Algunos observadores del fenómeno opinan que los industriales suizos se han dormido en los laureles confiados en que nadie se atrevería a disputarles la primacía en ese mercado y que la única salida que tienen para resolver la crisis es adaptarse a los nuevos tiempos y a los gustos cambiantes, a veces imprevisibles, de los consumidores. Para la gente de mi generación nunca hubo mejor reloj, de pulso o de chaleco, que el fabricado en Suiza. Y no hubo acontecimiento importante en nuestra vida (ingreso en el bachillerato, final de carrera, compromiso de boda, éxito profesional importante) que no estuviese marcado por la entrega de un reloj. Cada vez mejor y más caro. " El tiempo es oro" nos decían para excitar nuestra laboriosidad, y nada mejor que un reloj para constatar el volumen del tesoro inmaterial que íbamos acumulando. Quizás el único acontecimiento que no requiere la entrega de un reloj sea la jubilación, ese momento delicado en el que el tiempo adquiere otra dimensión y la puntualidad se convierte en una exigencia perfectamente inútil. ¿Habrá cosa más ridícula que un jubilado pendiente del reloj excepto para tomar las pastillas? El primer reloj llegó a nuestras manos al pasar el examen de ingreso en el bachillerato y recibir el título de don en un diploma. Y se asimilaba la posesión del reloj a una ceremonia iniciática de entrada en la adolescencia. Recuerdo que, los escolares enseñábamos orgullosos nuestros relojes y los mirábamos continuamente, casi con el mismo interés con que mirábamos las piernas a las chicas. Y lo contentos que nos poníamos cuando alguien en la calle nos pedía la hora. En aquel tiempo de pobretería generalizada, tener un reloj de pulsera era un síntoma de confortable posición social. A los escolares solían darnos unos relojes suizos de segundo nivel, pero algunos privilegiados disfrutaban de un Longines o de un Omega, unas marcas que se cuentan entre las diez mejores de las que se fabrican en Suiza. Por entonces, el prestigio de los relojes suizos no se discutía. " Es tan fiable como un reloj suizo" se decía de alguien con fama de honesto. Hoy ya es otra cosa. Y basta con que un reloj tenga un 50% de sus componentes fabricados en Suiza para que pueda considerarse como suizo. El resto puede venir de China.

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