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Aula sin muros

Más Platón y menos Prozac

El profesor de Filosofía del City College de Nueva York Lou Marinoff publicó la obra que lleva la cabecera de este artículo en la que, con sencillez, propone acudir a la Filosofía como una forma de vida, recuperar el equilibrio y resolver los variados problemas de la vida cotidiana. Para el filosofo Platón la felicidad consiste en practicar la areté, virtud, a través de un modo de vida natural que reporta equilibrio y armonía entre el hombre y la naturaleza. No solo Platón sino otros filósofos clásicos como Sócrates, Séneca o Plutarco aconsejaban a sus discípulos un estilo de vida sano basado en un comportamiento ético y el pensamiento como una forma de hacer frente a los avatares, a veces insoportables, con los que se encuentran los hombres en el transcurso de sus vidas. Una alternativa, descubierta hace siglos, según el profesor Marinoff, al Prozac. Un fármaco cuyo principio activo, la fluoxetina, estuvo considerado, en un tiempo, como poco menos que una droga milagrosa para el tratamiento de la depresión y la ansiedad. Estados anímicos, más o menos permanentes que afectan al sistema inmunológico de los individuos y les hace menos eficaces y sienten que la dicha es un privilegio del que no van disfrutar en mucho tiempo o nunca. La medicina abordó, durante siglos, el tratamiento de los problemas nerviosos, locura incluida, como venidos de agentes extraños, desconocidos imbuidos muchas de las veces, de superstición, brujería y males artes demoníacas. O que el mal yacía en partes del organismo que no tenían nada que ver con el cerebro. Todavía hasta finales del siglo XIX había quien creía en la teoría de los humores de Hipócrates. Freud y sus seguidores en el psicoanálisis fueron los primeros en bucear en el inconsciente y entablar una relación verbal, terapéutica, catártica para tratar cierto tipo de enfermedades mentales y los problemas del ánimo. Después Iván Pavlov mediante su célebre experimento con perros, probó que el cerebro, en un simbiosis de soma y psique, puede condicionar las respuestas de animales y hombres ante diferentes estímulos del ambiente. Más tarde las nuevas teorías conductistas resultaron exitosas en el tratamiento de muchos problemas de conducta. Las teorías cognitivas y del aprendizaje social han resultado exitosas en el tratamiento que la psicología ofrece a diversas disfunciones y desajustes del pensamiento y las emociones. Entre estos, la depresión, las fobias, la ansiedad o los miedos cuyo origen está en defectos de aprendizaje y distorsión del pensamiento desde las edades tempranas hasta la adultez. Estas corrientes del pensamiento, derivadas de las antiguas escuelas filosóficas, la introspección y los descubrimientos de la psicología científica probaron, con la práctica en pacientes con problemas o personas sin grandes traumas, que existen alternativas a la de medicar con grageas los problemas del alma. Que se deben abandonar los tratamientos medicamentosos en trastornos como la depresión y otras enfermedades mentales graves lo afirmaron eminentes psiquiatras como Laing y Cooper y el filósofo Michel Foucault, fundadores, en la década de los sesenta, del movimiento de la antipsiquiatría. Aunque se les puede criticar, desde un punto de vista científico, que negaran la existencia de ciertas enfermedades mentales, no se les puede negar sus aportaciones para tratarlas considerando la influencia que tienen, en su origen y mantenimiento, situaciones familiares y sociales del entorno. Tanto predicamento tuvieron sus teorías que hubo psiquiatras y psicólogos norteamericanos que acuñaron el término de sociatría al hablar y tratar los trastornos de la mente y el cerebro. Viene a cuento esta exposición por la reciente propuesta de una diputada del Parlamento de Canarias de que, ante el desmesurado gasto que se destina a la compra de psicofármacos, se invierta más en los llamados tratamientos psico-sociales. Hoy, desde hace años, este tipo de tratamientos, junto al control de situaciones desfavorables del entorno social, se viene impartiendo en centros de salud mental, ambulatorios de atención primaria y despachos profesionales. Coexisten y se complementan con o sin pautado farmacológico. Es, ni más ni menos, a lo que la diputada del Parlamento se refiere cuando habla y propone una mayor inversión en tratamientos pisco-sociales. Simplificando y por todo lo expuesto: más Platón y menos Prozac. En este sentido nadie discute a estas alturas los resultados harto satisfactorios en este tipo de intervenciones multidisciplinares. En cierto modo cada vez queda más lejos aquello de que "al psicólogo van los locos", cuando ni siquiera a los médicos psiquiatras van solo los que padecen serios trastornos mentales, por ejemplo a causa de la droga, el alcohol o los se creen Napoleón o el guanche Bentejuí. Nos sumamos a la propuesta de la diputada, creo si mal no recuerdo del grupo Podemos. Solo apuntar que la propuesta no es novedosa y somos muchos y muchas los que, desde hace tiempo, apostamos porque parte de la millonada que se lleva invirtiendo en psicotrópicos y derivados, entre ellos el Prozac, se destine a que aumenten y se mantengan este tipo de servicios. Será una forma de ahorrar en medicamentos, mejorar la calidad de vida de nuestra gente (conforme al tipo de vida actual cada vez son más los que lo necesitan) y de evitar, según una queja muy común, que en los centros de salud públicos se estén dando turnos de consulta al psiquiatra y psicólogo cada dos o tres meses.

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