La Provincia - Diario de Las Palmas

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Hace un año renací

Por lo visto hace un año renací. Y quizá debiera cambiarme el nombre y llamarle Eugenio Javier en vez de Eugenio Alberto porque hace un año me trasplantaron de mi hermano Javier. Total, "biológicamente" soy otro. Eso es hermoso y más hermoso es experimentar aquello que decía san Bernardo: la vida es una escuela de amor. La vida no es una experiencia de degradación sino de promoción. La enfermedad, la pasión y la compasión, es capítulo importante de esta escuela. Esta escuela tiene muchos aperitivos pero el plato fuerte es la pasión y la compasión; el amor es paciente, o sea, padece.

Lo más importante que he aprendido este año, por experiencia, es que la amistad vale más que la salud; es verdad que llorábamos pero también es verdad que lo hacíamos juntos, estrechábamos lazos, compartíamos vida. El bienser es sagrado, el bienestar no se sabe lo que es, muchas veces un estorbo. La amistad también crece en la familia, algunos lazos se fortalecen, otros se restablecen, todos mejoran. Qué papel tan importante juegan en la enfermedad los familiares y amigos que visitan al enfermo. Qué bueno cuando colaboran y no atosigan, cuando se relacionan con respeto y cariño con todo el personal del hospital...

También se aprende la grandeza del ser humano. Mediante la técnica, animada por el amor el prójimo, se resuelven problemas como las enfermedades, se cura y atiende; y no por la magia o la beatería sino mediante el trabajo vivido como vocación y servicio. Y siempre queda pendiente que esa técnica llegue a todos, que no se apropien de ella las multinacionales del negocio, que cada ser humano pueda beneficiarse de ella. En esa técnica todos son importantes. Lo es el equipo médico pero también el de limpieza. En casi todas las enfermedades, pero especialmente en ésta, la limpieza es un factor clave que depende del trabajo de personas sencillas que ponen amor en el trabajo y juegan además un papel importante en el trato personal con el enfermo. Según me explicó un amigo llegaron a echar de la universidad a quien intentó poner el énfasis en el lavado de manos que él había aprendido de las matronas.

Hemos dicho muchas veces ¡Ahora más que nunca! Hay que seguir, hay que servir, hay que amar... Ahora estoy en campaña contra la expresión "vale la pena". ¿Valió la pena la enfermedad? No, valió la alegría. En el amor no se pueden calcular las penas que conlleva, hay que calibrar la alegría. Todo vale la alegría, la enfermedad también. La vivencia de la promoción lleva a la alegría. Las experiencias no es que valgan la pena... valen la alegría.

Ahora que recordamos a Cervantes por el Centenario caemos en la cuenta de que somos un poco quijotes; esencial para la vida y la enfermedad. También estamos de aniversario por Utopía de Tomás Moro, el patrón de los políticos que nos anima a construir una sociedad justa que pone cada cosa en el lugar que le corresponde; por eso en la Utopia que soñó hizo que los orinales fueran de oro; el oro a su sitio: para hacer orinales; orín viene de oro. Estamos en el centenario de Foucauld, maestro de espiritualidad de encarnación, que nos anima a ser el último y nos enseño a repetir con verdad: "Hágase tu voluntad". Un "foucauldiano" fue asesinado en Tibhrine hace veinte años y en su testamento llamó a su asesino "hermano del último minuto".

El año que viene es el cincuentenario de aquel magnífico cura, Milani, que murió de leucemia precisamente y que decía, entre otras muchas cosas: "Desde Hiroshima Y Nagasaki la obediencia no es virtud sino la más sutil de las tentaciones". O sea que este año de "trasplantado" hemos aprendido unas cuantas cosas. Estos "gigantes" ayudan a convivir con la enfermedad. También esos otros "gigantes" que son el poeta del pueblo y la persona que toda la vida ha dado testimonio de vivir para los demás de manera sencilla y no muy tenida en cuenta por otros.

También me he acercado de otra manera a María. Muchas veces he rezado el ¡María, alégrate! como gustaba a aquel viejo hermano marista que no paraba hasta lograr que los novicios sustituyeran en el Rosario la expresión "Ave María" por "¡María alégrate, llena eres de gracia..!" No me digan que no gana y bastante... Es una expresión más clara y gozosa. Antirutinaria, vamos. Dice un famoso cardenal que a veces podemos quedarnos sin palabras para Jesús, pero siempre podemos contar con María.

También he tenido miedo. Miedo a la muerte y miedo al juicio. Ha habido momentos de euforia... pero también de miedo. Miedo razonable a la muerte y miedo desconcertante al Juicio. No es que dude en mi cabeza de la misericordia de Dios pero la realidad es que también he tenido miedo al Juicio. ¿Qué he hecho con mi vida, con los dones recibidos? ¿Cuántos y por qué actos injustos contra otros?

Antes de acabar este primer año Francisco ha escrito su magnífico "La alegría del amor". Nos llama de nuevo a un amor grande. Incluye el amor a los enemigos. Un amor como vocación, un amor como salida hacia los demás. Comenta hermosamente a san Pablo: "El amor es paciente, el amor es servicial, no se jacta, no es celoso, no se engríe, es amable...". No les quito más tiempo. Escuchemos a la vida y en ella leamos cosas magníficas como "La alegría del amor".

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