La banca vuelve a demostrar su falta de escrúpulos si se confirma la trama del presidente de Ausbanc. Desde el respeto a la presunción de inocencia y al trabajo de muchos profesionales que están defendiendo casos desde la citada institución, no puedo evitar pensar en los excesos de los bancos en época de bonanza y en la impunidad con la que los cometían mientras la supuesta asociación de usuarios de banca bramaba en público a favor de los derechos de los consumidores bancarios mientras por la espalda, presuntamente, se lucraba con la triste realidad de muchas familias.

Ahora, al parecer, mucha gente que podía hacer algo lo sabía. Cada uno de ellos ha elegido su particular motivo para excusarse en por qué no lo hicieron público en su momento. En esta película en la que no queda claro quiénes son las víctimas y quiénes los villanos, solo hay un perjudicado del que nadie se acuerda. Ni ellos, los pseudohéroes y villanos cuando presuntamente tramaban sus oscuros pactos, ni los que ahora reconocen que lo sabían y no dijeron nada porque consideraron que eran otros quienes debían ponerlo de manifiesto. ¿Quién pensó en las personas que han perdido sus casas por no poder pagarla? ¿Y en los ahorradores que han perdido todos o parte de sus ahorros? En estos días pienso mucho en todas esas personas, clientes que lo han pasado mal, que han perdido sus casas, que han perdido su dinero en productos financieros que nunca debieron venderles mientras las entidades bancarias y la pseudoorganización sin ánimo de lucro hacía su particular juego de tronos.

Millones de euros presuntamente destinados a comprar silencios mientras usuarios de banca pedían solución a sus problemas. Esta historia me produce náuseas. Quienes hemos trabajado en banca sabemos de las luces y sombras de un sector que en época de bonanza económica premió el terrorismo comercial, ensalzó figuras comerciales que destacaban por sus cifras sin preguntar nada más; era una época en la que casi todo valía. Mientras, presuntamente, los jefes de la banca pactaban con la organización hoy en entredicho para que sus sombras no viesen la luz.

Siempre he defendido a los grandes profesionales que he conocido en el sector bancario. Serios, honestos, impecables en su gestión y trato al cliente, pero lamentablemente quienes mayoritariamente han alcanzado el éxito y la fama no son ellos. Hoy por hoy me alegro más que nunca de no pertenecer a un sector que lamentablemente no deja de sorprender por su falta de escrúpulos, de ética, de valores. Sé que no todos son iguales, que muchísimos empleados de banca no comparten la política de su empresa, y saben y callan. Mi respeto hacia los que no tienen más remedio que callar. Al resto, seguro que su conciencia duerme con un ojo cerrado y otro abierto y eso, tarde o temprano, acaba causando insomnio.

A los clientes, a las personas, que defiendan sus derechos y no dejen que les manipulen. Ya es hora de que la banca es necesaria en un sistema como el actual pero en igualdad de condiciones, derechos y obligaciones.