Conozco bien su trayectoria, ya que -como en el caso de otros políticos- me interesa saber de qué modo se gestionan los intereses de Canarias, que él ha llevado desastrosamente, dicho sea con todo el respeto que se merece (y del que él carece, como lo ha demostrado declarando públicamente hace años que cierto insigne político "pierde más aceite de lo que yo pensaba"). He querido esperar unos días hasta que se calme el histerismo condenatorio -no del señor Soria, sino hacia el señor Soria-: en efecto, su carácter hierático y serio sea tal vez el resultado de la flema británica, pero en relación con su amnesia para recordar sus negocios offshore le sugiero que se vea con Amenábar para que lo ponga en contacto con los técnicos de Regresión, que, probablemente, lo ayuden a asumir el pasado sin pena ni gloria. No existe el político perfecto como tampoco ha existido nunca el dictador perfecto: son "personitas" al fin y al cabo, como diría Cantinflas. Es cierto que el excelentísimo se le ha tirado a degüello a ciertos compañeros de partido, pero jamás pensé que cayera tan bajo como en su estrategia maquiavélica para dañar la carrera política de la jueza Rossell. No hago más comentarios porque me avergüenzan hasta lo indecible las descalificaciones despiadadas de las cuales la jueza está siendo objeto. Como en la película de Amenábar, aquí no ha habido ocultación de nada, solo olvido de la caja de caudales en paraísos fiscales, que, como sabemos, es todo un símbolo de patriotismo. Creo que por esa causa no habló de sus sombreros de Panamá ni de sus jerséis coloraos, pues no había delito alguno en ello. Su apesadumbrada tesitura propició el olvido fatídico que achacaron a intención de mentir, cuando sabemos que el ex de todos sus cargos nunca miente: ¿y por qué iba a mentir en el asunto de las offshore, algo que es sumamente patriótico? ¿Cómo se iba a acordar Soria de algo de veinte años atrás si la infanta no se acuerda ni de cómo iba vestido Urdangarin ayer? Ahora lo que toca es la renovación de la secta. Hemos perdido un amnésico, pero ahora tenemos un osito panda: ¡¡qué bien nos va!!