La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas galantes

La conspiración de la sequía

Una vasta conjura internacional en la que participan la corriente de El Niño, los yanquis imperialistas y tal vez el colonialista Rajoy ha dejado a media luz a Venezuela, país que -paradójicamente- acumula las mayores reservas de petróleo del mundo. El resultado es una sequía pavorosa que ha dejado sin agua a los embalses, aunque no sin palabras al presidente Maduro.

Para hacer frente a la emergencia, Maduro acaba de inventar una variante muy mejorada de la semana inglesa que consiste en reducir a solo dos jornadas -lunes y martes- el horario de trabajo de los funcionarios públicos. La medida, a todas luces revolucionaria, se complementa con otras no tan imaginativas como, por ejemplo, un programa masivo de apagones que en el lenguaje de los chavistas se traduce como "racionamiento energético". Los venezolanos no parecen estar muy conformes con que los dejen a dos velas, pero ya se sabe que la gente protesta por todo.

Esto del racionamiento ya lo había inventado hace más de seis décadas el general Franco, quien ideó el concepto de "pertinaz sequía" para culpar de todos los males de España a la huelga de lluvias. El caudillo de la voz de flauta fue, a su manera, un adelantado de las teorías del cambio climático.

No solo era el clima, claro está. Aquella recalcitrante conspiración de las nubes que el Centinela de Occidente no paraba de denunciar se sumaba, en su opinión, a las conjuras que urdían judíos y masones, y a la constante labor de zapa del comunismo internacional contra el franquismo, que tanta paz había traído a España.

Como todos los mandones tienden a parecerse, el venezolano Maduro ha encontrado una inesperada fuente de inspiración en Franco. En su caso, el principal sospechoso de la sequía es el fenómeno meteorológico conocido como El Niño; aunque la verdadera conspiración contra su régimen es la que maquinan día y noche los "gringos", los británicos, el gobierno "forajido" de Colombia y, detrás de todos ellos, el "racista" Mariano Rajoy. Cambian los nombres de los confabulados, pero no las paranoias, como se ve.

La obsesión con la sequía llevó a Franco a construir un montón de pantanos que inauguraba constantemente ante las cámaras del NO-DO. Y además tenía de su parte a la Iglesia para que le organizase unas cuantas rogativas a favor de la lluvia cuando la situación se ponía crítica y los apagones arreciaban, como ahora en Caracas.

Lo de Venezuela debiera tener mejor y más fácil arreglo, dado que nada -literalmente- en petróleo. Bastaría con un programa de construcción de centrales termoeléctricas, en lugar de pantanos, para garantizar el suministro en un país que va sobrado de combustible con el que alimentarlas.

No es que la idea no se les haya ocurrido a Chávez o a Maduro, naturalmente. El problema es que varias de las plantas contratadas no llegaron a ponerse siquiera en marcha: y las restantes operan a solo el 30 por ciento de su capacidad por mera falta de mantenimiento.

Dicen los vendidos al imperio yanqui que esa es la consecuencia natural de una economía centralizada -y por tanto, ineficiente- como la que el chavismo implantó en Venezuela con los resultados que se van conociendo. Pero eso ha de ser parte de la conjura que pretende derrocar al régimen de Chávez, como en su día otros quisieron tumbar al de Franco. Hay que ver cuánto conspirador anda suelto.

Compartir el artículo

stats