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Al azar

No es una segunda vuelta

El físico Max Planck anotaba en su Autobiografía científica que "una nueva verdad científica no triunfa convenciendo a sus oponentes y haciendo que vean la luz, sino porque sus oponentes mueren eventualmente, y crece una nueva generación que es familiar con ella". Un país en el que Franco y el franquismo murieron en la cama, debería ser especialmente sensible a la imposición de una doctrina por fallecimiento de sus resistentes. Cuarenta años después del fin pactado de la dictadura, las nuevas generaciones vuelven a encontrarse con la ley de Planck. El 20D tuvo lugar el experimento de inusitado desenlace que reafirma la preeminencia de la biología sobre la ideología.

A falta de la posibilidad de enmendar el calendario, procede cuando menos corregir los errores deliberados de nomenclatura. Los cuatro culpables de la anulación del 20D y la falsificación del 26J perseveran al frente de sus respectivos partidos. Para justificar su continuidad intolerable -o indecente, que diría Sánchez cuando todavía aspiraba a la presidencia del Gobierno- se refieren a la parodia que han montado en junio como "la segunda vuelta de las elecciones". Son los riesgos de entregar la política a los politólogos, campeones de la frase feliz o sloganeering. El argumento irrebatible contra esta fabricación recuerda que ninguno de los cuatro genios advirtió en diciembre de que los comicios apenas suponían una primera vuelta.

No puede haber segunda vuelta cuando no se ha disputado la primera. Aun admitiendo la nomenclatura tramposa y a riesgo de contaminarse del idioma politiqués, el resultado del encuentro de ida influye en la segunda manga, la define. Los partidos que han emponzoñado la nueva política antes de estrenarla pretenden, simultáneamente, la prolongación infinita del 20D y la inauguración de una época radiante. El escepticismo de la ciudadanía se concentra en la repetición inmóvil de los resultados de diciembre, en un bucle sin límites. No importa, los cuatro jinetes del Apocalipsis democrático serían incapaces de reconducir ningún marcador. Tanto si se mantienen estáticos como si retroceden, insistirán en que han logrado su segundo triunfo en seis meses. Y el Rey les mirará desde lo alto, pero no a la elevación suficiente para evitar las salpicaduras de la responsabilidad compartida.

Rajoy no ha podido gobernar, Sánchez no ha querido. Se burlaban del referéndum catalán con cajas de cartón y listados arcaicos de libro de contabilidad con manguitos, pero han reducido el 20D a cenizas más frívolas que aquella improvisación soberanista. La fantasiosa "segunda vuelta" enmarca su pretensión de que las elecciones de diciembre han ejercido una labor pedagógica. En efecto, Sánchez ha demostrado que comparte jefes con el PP. En cuanto a Podemos, ha culminado la misión revolucionaria de haber votado junto a Rajoy y el ministro Soria. Aunque Machado recordaba que "un paraguas dista tanto de ser un membrillo como de ser lo contrario de un membrillo", los cuatro frutos del 20D han pasado conjuntamente al escalón siguiente a la madurez.

España ha alcanzado la hiperdemocracia de Ortega, aunque no necesariamente en el sentido pronosticado por el maestro de pensar. La tendencia iniciada el 20D consiste en votar para que no pase nada, y en calcar las elecciones con idénticos candidatos para garantizar el inmovilismo. Como mínimo, la legislatura sacrificada antes de cumplimentarla ilumina el momento político. Se han disipado las dudas sobre el momento exacto en que estallaron las costuras de la transición. El residuo de suspense se debió a la emocionante propuesta de Compromís, a punto de sonar la campana. Los populares sospecharon hasta el último momento que sus hermanos socialistas traicionarían el pacto de sangre bipartidista. De ahí los semblantes de alivio que lucen los conservadores desde el pasado miércoles.

Si sirven los mismos candidatos, el error estaba en los votantes. Por tanto, el 26J simboliza una reprimenda a la ciudadanía. Rajoy reconoció por tres veces ante el Rey que carecía de apoyos. Pese a ello, el perdedor confeso se negó por primera vez a retirarse discretamente para redactar sus memorias. Más extraño resulta el caso de Sánchez. También por primera vez, un candidato en condiciones rechaza la posibilidad de acceder a la presidencia del Gobierno. Encontraba un obstáculo insalvable a cada propuesta, olvidaron informarle de que su país no es precisamente Disneylandia.

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