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Reflexión

"Silencio, estamos debatiendo"

En Cuba siempre se ha bromeado con eso de que "Fidel no se cae ni de la cama" y la chanza va camino de hacerse realidad. Hace unos días, la llamada "generación histórica" -protagonista de la insurrección contra la dictadura cubana que apoyó Washington- se reunió en La Habana, quizás por última vez, ocasión que Fidel aprovechó para despedirse, con un discurso en el que reiteró el carácter irrevocable del socialismo, en un esfuerzo postrero por preservar sus ideas.

En estos cónclaves se escenifica la pantomima: "silencio, estamos debatiendo", cuando en realidad el camino ya está trazado y sometido a secreto. Parece un contrasentido pero en Cuba todo está severamente planificado: la sucesión, los cambios..., incluso la economía. Prueba de ello es que, inmediatamente después del congreso, se adoptó la decisión de rebajar en torno a un 20% el precio de algunos alimentos básicos (arroz, pollo o chícharos, rutinarios en la dieta cubana).

Tras la polvareda que levantó la visita de Obama y el multitudinario concierto de los Rolling Stones, algunos pensaron que ya nada sería igual en la isla. Pero la carta de Fidel en el Granma frenó la euforia y expandió el temor a que la normalización fraguase en la dirección que siempre ha deseado EE UU: la restauración del capitalismo en la isla. Y ello, mediante un "aterrizaje suave" que estaría usando a los jóvenes como caballos de Troya, al amparo de las tecnologías de la información, las comunicaciones y el cuentapropismo, trabajadores por cuenta propia en microempresas privadas que despiertan en el establishment sentimientos encontrados de frío y calor.

En esta ocasión, la ensalada ideológica venía aderezada con pensamiento martiano -"el vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!"-, marxismo-leninismo, las ideas de Fidel y de la práctica de la Revolución en estos años. Y nada de discrepancias familiares, si es que en algún momento las hubiera habido.

El caso es que se han vuelto a alzar las rampas que guardan la ciudadela y ha reaparecido la desconfianza, azuzada por cuestiones como el reparto de fondos entre jóvenes cubanos a los que el régimen considera una avanzadilla disfrazada para debilitar a la Revolución.

Cuba tiene una población envejecida que emigra del campo a las ciudades y sufre -además del bloqueo- el rigor de la crisis económica internacional (aunque su PIB crece al 2,8%, se han saneado las finanzas externas y ha reordenado la deuda).

La obsesión por no apostatar del credo revolucionario -igualdad y unidad- resta empuje al cumplimiento de objetivos (por ejemplo, en materia de precios de productos agrarios). La isla tiene urgencia estratégica de inversiones extranjeras (de ahí las ventajas que ofrece la Zona Especial de Desarrollo Mariel) y quiere aprovechar sus destrezas en materia sanitaria.

Los salarios son insuficientes para las familias y la producción no satisface la demanda, pero "no se tolera nada que pueda 'dañar' a la población". Se está reduciendo el sector estatal y aumenta el no estatal. Los nuevos sistemas de remuneración, por resultados, han mejorado la motivación y productividad de los trabajadores, pero subsisten las deficiencias que tal vez tienen que ver con la falta de capacitación.

Son ya 3,5 millones de visitantes los que recibe la isla y la calidad de los servicios turísticos deja bastante que desear. El régimen defiende, sin ambages, el derecho a la salud y educación gratuitas y la igualdad salarial de mujeres y hombres. Pero la prioridad absoluta es resolver los desequilibrios que provoca la doble moneda.

Quien así desmenuza la situación del país no es un 'gusano' de Miami, ni siquiera un periodista del Miami Herald; se trata del propio Raúl, quien ha confirmado que se va en 2018 y que no tiene miedo a "discusiones francas y honestas entre revolucionarios, que superen la falsa unanimidad, el formalismo y la simulación".

Silvio Rodríguez, el trovador de la Revolución, de concierto en Barcelona, ha dado en el clavo: "El pueblo cubano quiere esa relación pero no quiere el sometimiento".

Para Glenda "es como si el castrismo estuviera empeñado en empinar una chiringa con cadena" y explica que la chiringa es una cometa muy frágil y pequeña, que se hace a mano a base de papel, como las pajaritas de la papiroflexia. Se doblan las esquinas de un folio o cuartilla y se atan a un haz de hilo, un poco más grueso que el de coser. Se controla manualmente y no alcanza mucha altura, "es la hermana menor del papalote (como se llama a la cometa en Cuba) porque no tiene, como este, un esqueleto de güin o de madera". Y concluye: "Si se empina una chiringa con cadena se viene abajo porque la cadena, al pesar más que la chiringa, la tirará al suelo y se irá a bolina".

La metáfora ilustra el momento, en la medida en que la involución, sobrevenida entre sospechas, puede desembocar en que el incipiente acercamiento se "vaya a bolina" convirtiendo el proceso en una más de tantas utopías imposibles.

Pero, de momento, "silencio, estamos debatiendo".

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