¿Puede el teatro social reducirse a mandatos, quejas y lamentos? Sí. El teatro social puede mostrarnos que el sufrimiento y la mejor belleza están indisolublemente unidos. Esa realidad existía pero, ¿la desconocíamos? De la mano de Moisés Mato lo hemos visto en su representación Es imposible matar la belleza.

Niños soldados, obreros, alcohólicos, prostitutas, migrantes, parados... son los auténticos protagonistas de la belleza. De la solidaridad, sí... pero también de la belleza. En esas situaciones el que sufre busca la belleza, ansía la belleza. Al principio la busca en el odio, en la sed de venganza o en el resentimiento. Pero luego sigue buscando... el que sufre busca la belleza una vez más. A veces la busca con tanta fuerza, con tal ímpetu, que la engendra. Engendra la belleza. Es entonces cuando la belleza se transforma en lucha, en compromiso, en amor. Esa belleza salva al mundo.

Es un espectáculo lleno de contrastes: es un monólogo pero se construye con diálogos, el ambiente trágico que parece dominar la escena se combina con pequeños apuntes cómicos, el lenguaje poético se mezcla con el lenguaje narrativo, el drama es experimentado con esperanza, la verdad es cantada por un juglar...

Autores muy diversos, como Dostoyevski y Simone Weil, han inspirado esta experiencia... pero los verdaderos inspiradores de este proyecto son las víctimas que, en situaciones de gran sufrimiento, son capaces de mostrar una dignidad y una capacidad de lucha que pueden parecer excepcionales pero son la mayoría de la huma-nidad.

La obra no es explícitamente religiosa pero Dios está presente en cada momento. Lo inspira todo aunque su presencia a veces sea explícita y a veces sea su aliento. Por eso el autor comienza y termina pidiendo perdón... ¡colosal!