La Provincia - Diario de Las Palmas

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Papel vegetal

Todos hablan de política

Estos días ya no sólo se habla en los bares o en la cola del autobús del último gol de Messi o de la probable alineación del Real Madrid. Últimamente no sólo los jóvenes universitarios, sino también los mayores hablan también de política.

Son a veces discusiones tan apasionadas como las que giran habitualmente en torno al fútbol, pero hay que alegrarse de que no todo siga siendo panem et circenses, como nos tenían acostumbrados.

Se lamenta la mayoría de que haya que volver a votar dentro de unos meses, de la incapacidad de nuestros políticos, viejos o nuevos, para el compromiso, del dispendio que todo ello supondrá para el erario público cuando tanta falta hace ese dinero para otras cosas.

Temen muchos que en la campaña que se anuncia, los partidos se dediquen exclusivamente a culparse unos a otros de lo que ha sido sin duda un fracaso colectivo en lugar de defender cada uno su programa y tratar de convencer de sus bondades al ciudadano.

Hay quienes, haciéndose eco de la argumentación de socialistas y Ciudadanos, culpan ya exclusivamente al líder de Podemos de tener que seguir soportando al presidente del Gobierno no se sabe aún por cuánto tiempo.

Otros les replican que los socialistas no querían desde un primer momento aliarse con la nueva izquierda y buscaron un acuerdo con Ciudadanos con la esperanza de forzarle así el brazo a Podemos.

Algunos, aun coincidiendo con aquéllos, se lamentan de que la arrogancia y las formas de Pablo Iglesias les ofreciesen en bandeja a los socialistas el pretexto que sin duda buscaban.

Hay quienes reprochan a Ciudadanos sus líneas rojas y su intransigencia y consideran que detrás de ese partido se ocultan las grandes empresas del Ibex, que no desean ver en La Moncloa un gobierno del que forme parte Podemos.

Eso se vio con toda claridad, dicen, cuando subió la Bolsa nada más anunciarse que habría que llamar otra vez a los ciudadanos a las urnas. Fue como si los mercados hubiesen dado de pronto un gran respiro al ver que el partido indeseado quedaba de momento fuera.

Algunos creen que las líneas rojas en el espinoso tema territorial son en el fondo una útil excusa para descartar de cualquier acuerdo a ese partido y que a lo que realmente aspira Ciudadanos es a una gran coalición que incluya tanto al PSOE como al PP con ellos como bisagra.

Y al mismo tiempo se preguntan cómo esa derecha, tanto la vieja como la nueva, que no para de anatematizar a quienes "sólo quieren romper España" va a resolver el conflicto catalán o impedir al menos que vaya a más antes de que sea demasiado tarde, si es que no lo es ya.

Y mientras todo eso se debate, los incondicionales del PP alaban la prudencia del líder de ese partido, que optó, como es su costumbre, por no moverse de su sitio y atacan duramente al líder del PSOE por estar dispuesto a hablar con todos menos con quien, según ellos, "ganó las elecciones".

Confían aquéllos en que la campaña que se avecina esté dominada por los reproches que se hagan unos y otros por haber obligado con su intransigencia a repetir las elecciones y que todo ello haga pasar a un segundo plano los escándalos de corrupción del PP.

Y si a los nuevos comicios, piensan muchos, concurren juntos Podemos e Izquierda Unida y aumentan su número de escaños en el Congreso en perjuicio del PSOE, se reforzarán las presiones de los poderes fácticos sobre los socialistas para que acepten la gran coalición que esta vez han rechazado.

Antes de aceptarlas, debería el PSOE fijarse en lo que pasa en Alemania, el país que los conservadores toman como modelo para esa coalición, donde el SPD parece no levantar cabeza últimamente.

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