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Al azar

Hablar de milagro insulta al Atlético

S e habla de final soñada porque es la final que nadie había soñado. Desde mi atalaya de madridista atormentado, me enamora este Atlético como no lo lograba desde Gárate. Entre ver a Juanfran rindiendo por encima de sus posibilidades, o soportar a Messi a mitad de revoluciones, me quedo con la pasión. Sí, hubo otra semifinal, disputada en la noche del miércoles.

Guardiola entregó la Champions en casa, porque los resultados parciales son indiferentes en una eliminatoria. El Atlético ganó la semifinal en Múnich. Se plantó en Baviera con una renta escueta y remontó la anulación de la ventaja en la segunda mitad, cuando los rojiblancos deberían haber fallecido o, por lo menos, desfallecido. Es un equipo de materias primas que desarrolla una tensión electrizante, de película de Wes Craven. Sí, Madrid-Manchester City, un buen postre después del banquete del martes.

Hablar de milagro insulta al Atlético. El pensador Guardiola no recuerda una tortura semejante desde que el Inter de Mourinho apeó a su Barça en otras semifinales de Champions, seis años atrás. De nuevo, no puedes oponer violines a las panteras. La mejor plantilla al margen de madridistas y barcelonistas quedó descuartizada sobre la hierba, de longitud y acústica impecables. Me gustaría que me explicaran cómo llegó este City a la segunda semifinal.

¿Por qué hablamos de Guardiola, si el protagonista único de las semifinales se llama Diego Pablo Simeone? Porque el entrenador del Bayern en tránsito al City -un equipo simpático, ya vieron el miércoles- no ha logrado el trofeo con dos clubes distintos. A diferencia de su predecesor Heynckes. O de su sucesor Ancelotti. O del inevitable Mourinho. A cambio, será el primer campeón del trofeo que accede a la presidencia de la Generalitat.

Los fanáticos de Guardiola insisten en su trayectoria triunfal con el Bayern. En tres años no ha remachado el triplete de su antecesor, para empezar. Por otra parte, los entusiastas desde el lado equivocado de los Pirineos deberían efectuar un sondeo en Múnich, antes de establecer conclusiones. O también pueden plantearse una pregunta retrospectiva. ¿Hubiera fichado el club alemán al entrenador catalán, de haberle avanzado que no obtendría ninguna Champions durante tres temporadas? La respuesta tiene dos letras. El marcador del Madrid-City también tiene dos números, previsibles.

Simeone no alineó al Atlético, se alineó con el Atlético. No sólo saltó al campo, decidió el marcador al incorporarse inesperadamente al juego. Seguro que lo recuerdan. Corría la primera mitad y el Bayern había desbordado camino de desarbolado a su rival. El presunto entrenador aprovechó un simulacro de Lewandowski, para liarse a gritos y otras efusiones físicas con los distintos seres humanos que pueblan un estadio. Su escaramuza desafinó a los violinistas alemanes, que miraban de soslayo a la banda a cada carrera. Bayern-Barça hubiera sido una final catalana, esta guerra la ha ganado Madrid.

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