La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sol y sombra

Temor al populismo

Gaspar Llamazares es de la vieja escuela y, a la vez, permanece ajeno a los vicios capitales que han hecho de la casta un asunto recurrente y cuestionable. En su dilatada trayectoria le han guiado la coherencia ideológica y el respeto por las instituciones públicas. Estando de acuerdo o en desacuerdo con la manera de pensar de políticos como él, no debería costarle a nadie reconocer que se trata de una persona honrada, cuyas firmes convicciones, que recuerde, jamás le han hecho caer en la falta de respeto hacia el adversario.

Llamazares no se ha movido demasiado: está donde siempre estuvo, defiende los planteamientos de la izquierda y en ese sentido, creo yo, nadie puede dudar de él. Ahora está hablando claro. Cree que Izquierda Unida, la coalición que dirigió durante ocho años, corre el riesgo de diluirse en la marea populista de Podemos, que hoy se presenta como una opción de izquierdas y mañana nadie sabe. Es lo que tiene el populismo de indefinición y peligro. El suyo -no varía de un lado a otro del espectro ideológico- es un mensaje oportunista reiterado, que invoca el fulanismo, el liderazgo con ínfulas de personajes que se presentan ante los electores como si fuesen la solución a sus problemas: el hombre providencial, el salvapatrias, el que propone libertad para los medios regulándolos, etcétera.

No hace falta gran cosa para hacerse un hueco en este batallón de la infamia, basta con emplear los ardides más sucios, mentir o invocar arteramente los sentimientos confundidos o castigados. Los populistas suelen contradecirse una y otra vez; se han escudado tanto en una cosa y la contraria que les resulta imposible circular por la política con cierta coherencia y honradez.

El temor de Llamazares a esta plaga no es infundado.

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