La Provincia - Diario de Las Palmas

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Inventario de perplejidades

El nuevo caballo de Troya

En los años sesenta y setenta del pasado siglo se puso de moda en ciertos cenáculos de la derecha culta y no fascista criticar a la cúpula de la Unión Soviética por la forma despótica, y nada democrática, con que adoptaba sus decisiones. Creo recordar que la expresión utilizada para esa variante de despotismo era "clandestinidad de las decisiones". Por supuesto, la expresión podía haberse aplicado a las dictaduras de derechas, entonces muy abundantes en el resto del mundo y ya no digamos en la Península Ibérica, donde había dos (la portuguesa de Salazar y la española de Franco). Pero, por las razones que sea (las modas son caprichosas), el término quedó circunscrito a la crítica del leninismo y de lo que entonces se llamaba "centralismo democrático". Con el paso del tiempo, y sobre todo después de la desaparición de la Unión Soviética, resultó evidente que la "clandestinidad de las decisiones" era una práctica muy extendida entre las élites, incluidas las de los países más democráticos. Los ejemplos sobre los abusos, las mentiras y las ocultaciones gubernamentales son tan abundantes (Watergate, Irán-Contra, armas de destrucción masiva, etc., etc.) que enumerarlos todos excedería este comentario. No obstante, llama la atención que, en una época donde hay una sobreabundancia de medios informativos, y a los políticos se les llena la boca con la transparencia en los asuntos públicos, puedan seguir ocultándose auténticas enormidades. Como ocurre con el acuerdo que se negocia casi clandestinamente entre EE UU y la UE. Ese acuerdo que unos conocen por el acrónimo de TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) y otros como el "tratado de Troya" en alusión al famoso caballo de madera. Para los partidarios de su aplicación, entre ellos el actual presidente de Gobierno en funciones, señor Rajoy, el acuerdo va a representar un estímulo económico formidable que creará mucho empleo además de mejorar sustancialmente la renta per cápita. Para los detractores, el TTIP supone el desarme arancelario de Europa frente a EE UU, la pérdida de derechos sociales y laborales, la sustitución de los tribunales estatales de justicia por tribunales arbitrales privados, la privatización definitiva de la sanidad y de la educación públicas y el sometimiento de los estados a los intereses de las grandes empresas. Y eso es, junto a la necesidad de incrementar el gasto militar, lo que ha venido a vender Obama a Europa en su última visita. Con especial énfasis hacia el gobierno amigo de Londres, al que ha apoyado en su campaña de permanecer en Europa con ciertas condiciones ventajosas. De momento, el único país que ha expresado serias reservas hacia el TTIP es Francia, que vería castigada su política agrícola con el desarme arancelario. Leo en la prensa que sesenta europarlamentarios han firmado un manifiesto quejándose del secretismo de los negociadores y de que no se les haya permitido conocer las actas de las reuniones. "Clandestinidad de las decisiones" se llama eso.

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