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Papel vegetal

El mundo al revés

Jean-Claude Juncker, el ex ministro de Finanzas y ex jefe del Gobierno luxemburgués, bajo cuyo mandato se diseñaron los acuerdos que permitieron a grandes multinacionales ahorrarse anualmente millones de euros en impuestos, preside hoy la Comisión Europea.

Lo debe al apoyo no sólo de los conservadores sino también de los socialistas europeos en un cambalache que permitió que un socialdemócrata germano, Martin Schulz, encabezara a su vez el Parlamento de Estrasburgo: hoy por ti, mañana por mí, como suele decirse.

El cristianosocial luxemburgués se declara hoy arrepentido de aquellos acuerdos tan insolidarios con sus socios europeos y dice asumir la responsabilidad política de lo ocurrido, lo que uno no sabe bien qué significa más allá del hecho de haber admitido aquél en público tales prácticas.

Pues bien, mientras el veterano Juncker ocupa su excelentemente remunerado puesto en Bruselas, quienes revelaron la existencia de aquellos vergonzosos acuerdos se sientan hoy en el banquillo.

El joven luxemburgués Antoine Deltour ha reconocido ante el tribunal que le juzga en el Gran Ducado, haber sustraído en octubre de 2010 de la auditora Pricewaterhouse Coopers, para la que entonces trabajaba, datos confidenciales relacionados con el trato de favor de las autoridades fiscales luxemburguesas a multinacionales y bancos extranjeros.

Prácticas perfectamente legales que se conocen como "optimización fiscal" gracias a las cuales una empresa registra, por ejemplo, su domicilio fiscal en Luxemburgo, donde no paga siquiera a veces el 1 por ciento de impuestos cuando lo normal allí es un 29 por ciento.

O que posibilita en otros casos que una firma solicite a su filial en el Gran Ducado un crédito millonario, que luego devuelve con intereses astronómicos, lo cual ayuda a disimular sus beneficios. Es lo que se llama contabilidad creativa.

Pues bien, el joven empleado de PriceWaterhouse que dio a conocer al mundo tales prácticas, que escamotearon al fisco de los socios europeos hasta 70.000 millones de euros todos los años, el periodista francés Edouard Perrin, que las publicó, y otro ex empleado de PwC llamado Raphael Halet responden estos días ante la justicia luxemburguesa.

Denunciado por esa multinacional, Deltour se expone hasta a diez años de cárcel y a una multa superior al millón de euros. Se le acusa de haber violado seis artículos del código penal luxemburgués: entre ellos, robo de documentos y revelación de secretos comerciales.

Y es que como ocurre con Suiza, el Gran Ducado protege por encima de cualquier consideración su estatus de plaza financiera, industria que ha sustituido poco a poco a la siderúrgica y contribuye actualmente a un tercio aproximadamente de su elevadísimo PIB.

Pero el hecho de que ninguno de quienes, empresarios o políticos, idearon tales prácticas haya tenido que rendir cuentas mientras que quienes las pusieron en conocimiento público se ven hoy tratados como delincuentes dice que algo está podrido: el mundo al revés, como dejó escrito Eduardo Galeano.

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