Afortunadamente, los abuelos son un caso especial. Infunden en los nietos un sentimiento de seguridad y de continuidad. "Ellos le inculcaron la certeza de que las cosas siempre salen bien", me ha dicho un profesor. Todo el mundo coincide en que el afecto de los abuelos es distinto del de los padres, que viven más agobiados. Me dice una conocida mía: mis padres siempre me decían que me diera prisa, y mis abuelos, que tuviera calma". Una profesora me contó que es fácil distinguir a los niños que conviven con su abuelos: son más tranquilos y confiados. Cierto deportista, siempre buscó la verdad lejos de casa, en retiros espirituales y psicoterapias. Recuerdo que un verano, cuando estaba a punto de irse de viaje a Europa, su abuela enfermó y la familia le pidió que la cuidara. Él protestó pero no había nadie más que pudiera hacerlo, de manera que se trasladó a casa de la abuela y durante varios meses le dio todo lo que necesitaba. Era la primera vez que ese familiar se preocupaba por alguien tanto como por él mismo. Pero algunos de nosotros hemos encontrado la manera de acercarnos a nuestros mayores.