Decía Albert Camus que "un optimista nunca ve problemas en cada oportunidad, en cambio un pesimista nunca ve una oportunidad en cada problema". La gente agorera no suele ser inquieta (rabo de perinqué) ni alegre, sino introvertida y con falta de vitalidad, quizá porque su sombrío carácter, sin capacidad razonadora, le quiebra cualquier momento de felicidad. A estos atrabiliarios y poco cariñosos (erizos cacheros), normalmente no les aflora siquiera la sombra de una sonrisa, porque de algún modo su vida está aderezada de oscuridad sin darse cuenta de que son ellos los únicos culpables de su triste situación. Lo peor de todo es tenerles cerca, porque con su abatida actitud (voladores mojados) roban el ánimo de los demás dejándoles tristes como una procesión de Semana Santa.

Recuerdo que una tarde, hace ya tiempo, se unió a mi reducido grupo de amigas dispuestas a disfrutar de una agradable merienda en una cafetería de nuestra hermosa calle Mayor de Triana, una mujer de aspecto decaído, íntima de una de ellas, recién separada y con ganas de distraerse con nuestra ayudita para olvidar sus penas. Llegó la última, muy prepotente ella (sabedora), y nada más arribar a nuestra mesa se quejó de nuestra elección del refectorio, con un comentario despectivo hacia el mismo e intentando que nos trasladásemos a otro lugar de su interés, cosa que no logró a pesar de sus reiteraciones. Su rostro era la tristeza andante y los suspiros penosos daban grima. Hablábamos todas con entusiasmo de una película antigua, de las de blanco y negro, que en su momento nos había emocionado, pero ella, con su seriedad de señorita Rottenmeier, nos exilió el entusiasmo a la isla de Perejil con su comentario negativo hacia el film.

Llegaron las tortitas con nata y sirope y un café con leche con azúcar para nosotras y para ella un sándwich vegetal con un té verde y sacarina, porque nuestro pedido le pareció un delito contra la salud. En nuestro revuelo verbal tocamos muchos puntos nostálgicos de nuestra añorada juventud, pero la aguafiestas, erre que erre en su insistencia (guineo, matraquilla) sobre lo mal que lo había pasado en su separación, parecía que no había pertenecido a nuestro mundo, pues indudablemente su realidad no era la nuestra y los sentimientos negativos afloraban constantemente. Tuvimos la paciencia de escuchar a aquel espécimen raro largo rato, todo penas y más penas, hasta que una de mis amigas cortó su lacrimógena historia con un comentario banal que a la separada le cayó como una pedrada en un ojo e insistiendo en lo suyo, pero mi amiga, harta ya de que sólo pusiera barreras a nuestras manifestaciones, le espetó llena de rabia (engrifada) y sin miramientos, perdiendo los estribos, "si has venido a distraerte con nosotras, mal grupo elegiste, porque creo que lo tuyo es reunirte con pesimistas como tú". La mujer quedó en un viaje astral de minutos, casi en estado de shock, sorprendida de tal exteriorización y acompañada de un rostro amarillo como un mantel guardado durante mucho tiempo.

Durante otros tantos minutos no fue agradable el posterior ambiente, pero mi amiga rápidamente se creció como una planta bien abonada, contando algunos chistes hilarantes y dejando a la recién separada con su enfado (amulamiento) y su lado destructivo de las cosas, mientras se atragantaba con la lechuga. Y es que a este tipo de personas hay que saber esquivarlas, porque nunca se sabe hasta dónde nos pueden dejar tirado el buen humor. Que tengan un buen día.

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