Lo peor es que la gente lo pase mal, desde luego, por problemas económicos, de salud o de otra índole. Hace ya más de un de lustro que mucha gente está en esas situaciones y, en algunos casos, sin ver solución en el horizonte. Pero también es grave que la gente pierda la ilusión, se aburra, y se encuentre incapaz de captar y de disfrutar de esas pinceladas de realidad que pueden provocar instantes de felicidad, sólo instantes. Ocurre en la vida cotidiana y ocurre en la cosa pública, en la política. La mediocridad discursiva es tan grande, y la exaltación del relato a corto plazo hace tanto ruido, que parece muy difícil que la tan denostada ciudadanía vaya a llegar con algún interés al día de las elecciones, el 26 de junio. De pronto, casi todo se ha hecho popular, o populista, que es lo mismo: desde el partido de la derecha derechizante que lidera un eléctrico líder, hasta las legiones y centurias de la nueva/vieja izquierda aparentemente descontrolada que se presenta en forma de secta mesiánica. Aburrido. Popular y populista es también cargar contra el líder del PSOE cada mañana y cada tarde: lo hacen los suyos con extrema dedicación, lo hacen los adversarios políticos de todos los signos y colores con denodado esfuerzo. Votar no debería ser una operación fruto del descarte, debería y debe ser un acto de ilusión. Y en eso, como en tantas otras cosas, populares y populistas coinciden: Pedro Sánchez nos abruma con propuestas y trabajos, no le apoyen, vayan a las urnas aburridos y sin ilusiones a votar, a nosotros, que somos la garantía del tostón, de la continuidad o de la exageración en los gestos y el vacío en las ideas. Por eso es fundamental despertar de la orgía popular, reventarse de realidad aunque duela, y recuperar la ilusión, tocar de nuevo como algo posible lo que los populares y populistas nos quieren presentar como imposible: ellos sí son prescindibles, para el ahora y para el mañana. Porque son barrocos. "En la caricatura he sido barroco. Es el lugar del barroquismo. En cambio, en cuanto una poesía lírica se hace barroca, muere" escribió Juan Ramón Jiménez. Olvidemos, apaguemos, despreciemos las caricaturas, por favor. Acabaremos recuperando la ilusión robada en forma de poemas líricos duros y bellos como martillazos nietschianos. "Todo lo decisivo surge a pesar de," escribió el filósofo alemán en la soledad de sus últimos días.