Iniciativa muy loable la de un concierto a beneficio de los refugiados sirios que atiende Acnur, y decepcionante la respuesta del público, muy escaso en la sala sinfónica del Auditorio. Mejor imagen hubiera dado en la sala de cámara. El programa de Pedro Halffter y Óscar Martín fue la versión a dos pianos de la Séptima Sinfonía de Bruckner (la mejor de las suyas, en mi humilde criterio), más genial que popular. No era primicia, porque hace algunos años fue ofrecida por el mismo Halffter con otro pianista sevillano, precisamente en la sala de cámara. Tampoco era la forma original sino una reducción de la orquestal. Bruckner, que no dejó nada notable para piano, escribía directamente para orquesta. Pocos hay en la historia musical que puedan comparársele en "sinfonicidad germinal". Su pensamiento sinfónico daba vida a la ideación musical. En cambio, las reducciones pianísticas eran funcionales: facilitaban su ejecución y escucha en los salones familiares.
Innegablemente, Martín y Halffter desplegaron musicalidad y buen gusto en toda la obra. Como oyente, hubiera preferido mayor diferenciación metronónica entre los cuatro movimientos, muy similares en tempo y tal vez demasiado lentos en general. Salvo en el adagio, víctima del coloquialmente llamado "tolón, tolón" (pulsación acordal no rigurosamente sincrónica) fue muy estimable la compenetración de ambos pianistas y la calidad de su sonido. La transcripción es técnicamente fácil, sin el menor compromiso virtuosístico, y esto favorece su claridad. Los intérpretes la lograron sin borrones, volcando en conjunto una lectura tristona. No tuvo presencia el optimismo bienaventurado de Bruckner, sino una melancolía muy a tono con el largo crepúsculo del otro lado de la vidriera.
