La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cira Morote.

Letra pequeña

Cira Morote Medina

ADN del Pérez

En el universo conocido hay dos tipos de personas. Ni mejores, ni peores, solo distintas. Las que han probado el bocadillo de tortilla del Pérez, del instituto se entiende; y las que, pobres almas descarriadas, no han tenido ese placer. Ustedes dirán: esta chica se ha bebido el tino, y estarán en su derecho... pero es que no están entre los iniciados. Cuenta la leyenda que cuando catas este manjar de los dioses, el cuerpo muta. Sí, como lo leen. Cambia, el ADN se transforma e iguala a todos los que han participado del festín. Todavía recuerdo aquel olor... el sonido de las sillas de la cafetería chirriando al rozar el suelo de granito, el rumor de los pasos acercándose por los pasillos... y aquella sartén, negra y enorme, donde se cuajaba el paraíso.

Porque en este centenario y maravilloso centro todo era un ritual. El edificio con distribución carcelaria imponía carácter. Los profesores marcaron a fuego mi desarrollo, pero, sobre todo, si algo agradezco a la vida es que me pusiera en el camino a mis amigos, a mis amigos del Pérez, a los que he recuperado hace muy poco gracias a un hermoso milagro. El día que llegamos Mábel, Ana y yo, procedentes del colegio Aguadulce, al segundo instituto más grande de Canarias, ya llevábamos juntas desde los seis años. Allí, en aquella aula, había unos especímenes dignos de estudio antropológico: los repetidores. Una joven con aspecto de sabérselas todas fumaba un pitillo asomada a la ventana y apoyada en la mesa del profesor. Esa tarde, en mi casa, lloramos de miedo. Éramos de las modositas, de las calladas, de buenas notas, delegadas de clase casi por rotación.

Lo que no podíamos ni alcanzar a imaginar es que habíamos entrado en otra dimensión, en un lugar en el que conoceríamos la enorme diversidad de la sociedad que nos rodeaba, gentes de todas las procedencias... En aquella época, el director, Jesús Torrent, llevaba las riendas de un espacio abierto y democrático, con fama de reivindicativo y vanguardista. Y allí adquirimos conocimientos académicos, pero también iniciamos el camino de la existencia... Los primeros amores, en aquellas verbenas que se organizaban en el hall los sábados, para que los de COU se fueran de viaje de fin de curso, y a las que nuestros padres nos dejaban acudir de noche, siempre escoltadísimas por nuestros grandullones ángeles de la guarda.

Ni universidad, ni nada. El Pérez puso los cimientos de las personas que somos ahora. Cien años cumple este 2016 y me emociona cada recuerdo que se esconde en los rincones de mi cerebro. Risas, muchas risas, abrazos, cariño... también exámenes, no se crean, que soy del "plan viejo", me libré de la Logse. Después no he encontrado nunca más tanta buena gente por metro cuadrado, todos con ADN del Pérez. Suertuda que es una.

@CiraMorote

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