La Provincia - Diario de Las Palmas

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Lápiz del nº 2, por favor

Hoy compartiré con otras casi cuarenta y seis mil personas un examen de oposición... Parece ser que es la convocatoria a trabajo público más secundada de la historia de Canarias. Y otra vez, una vez más, iré a ese examen con mi lápiz del número dos, una goma de borrar y un afilador... Tendré la precaución de llevar dos lápices más en mi bolso, por si acaso, y seguramente tendré que prestar alguno porque alguien no era consciente de que era obligatorio... No estoy nerviosa ni preocupada; es mi naturaleza y vengo aquí sin nada que perder; no soy mejor ni peor que el resto. No he estudiado lo suficiente. Soy absolutamente incapaz de memorizar leyes, decretos, disposiciones... No me importa. He demostrado de sobra en todos mis trabajos que estoy cualificada; pero hoy eso no me servirá absolutamente de nada. Y hoy, una vez más, este sistema putrefacto, que es el modo de elección de personal en el Estado Español, cometerá cientos de injusticias. Y yo seré, probablemente, la menor de todas ellas.

Soy consciente de que estoy rodeada de nervios, de últimas oportunidades, de sueños, de noches de vigilia, de manos temblorosas, de estómagos que se contraen mientras se reparten las hojas de preguntas... Estoy rodeada de personas que han desempeñado su trabajo diligentemente durante años y hoy se enfrentan a preguntas donde la modificación de una palabra para "pillarlos" en un examen tipo test marcará su futuro. Individuos que se sentarán junto a personas que, pese a tener el Graduado Escolar no saben ordenar por orden alfabético, jamás han manejado un ordenador y si les dices que cojan el ratón, miran al suelo asustados buscando un animalito gris y peludo; pero se han pagado a un preparador porque tenían el dinero necesario y han memorizado como cotorras y han repetido test hasta aburrir. Eso sí, no les pidas a esas mismas personas mientras estaban desempeñando sus funciones en el servicio de Oncohematología del Hospital Insular que tengan los listados de pacientes que llegan agotados a darse su sesión de quimioterapia preparados a primera hora... porque lo primero y lo más importante era tomarse el café.

Y una vez más entenderé que el sistema público español jamás funcionará si la inmensa mayoría de estas personas se presentan a este examen para no volver a preocuparse por el trabajo el resto de sus vidas. Me acusarán de radical y de intransigente pero echaría de la prueba a todo aquel que no lleve el material requerido, alguien que no se ha leído la convocatoria y no se ha molestado en traer lo necesario no merece un puesto. Echaría a todo el que no es puntual, en ninguna empresa privada tendrían en cuenta a aquel que llega tarde su primer día o a la entrevista de trabajo. Echaría con auténtico placer a todos aquellos que hacen preguntas simples, de perogrullo, personas que interrogan sobre cuestiones que nos acaban de explicar, cómo rellenar el cuestionario o dónde escribir el nombre, aquellas que denotan un nivel de estupidez tal que no merece que luego estén en sus manos servicios públicos de los que dependemos todos. También sacaría una lista con todos aquellos que han pedido bajas fingidas y permisos extraordinarios abandonando su labor en estos últimos meses para estudiar; los echaría de un puntapié por irresponsables. Despacharía con gusto a todo aquel "cuidador" que señala con disimulo la respuesta a ese amigo que casualmente se ha encontrado en su aula ese día, y al que ha abrazado y preguntado por su familia sin remilgos antes de comenzar la prueba. Y por supuesto, me libraría de todo aquel empleado público, que basándose en su eternidad en el cargo, es un auténtico incompetente.

Es obvio que hoy no será mi primera vez. He vivido este tipo de exámenes demasiadas veces. Curioso para alguien que desprecia y a la que le repugna el funcionamiento de las pruebas de selección de los servicios públicos pero que considera, como la triste mayoría de los españoles, que es el único modo de perpetuarse en un puesto de trabajo.

Hacerse adulto implica asumir con serenidad lo que no puedes controlar. En este caso, yo no decido, y por ello estoy tranquila. En este país, nos hemos empeñado en que la validez de una persona para desempeñar un trabajo en el sector público se mide por su capacidad para memorizar como un elefante. El sentido común, la empatía, la inteligencia, la diligencia, la responsabilidad, la capacidad para adaptarse, para aprender, la ilusión, la motivación... Eso no se mide, nadie se ha preocupado en medirlo. Y no quieren hacerlo.

La mayoría de los que están hoy sentados en esas aulas ya han trabajado en el Servicio Canario de Salud; han tenido jefes que podrían evaluar su valía, han saltado por infinidad de departamentos, tienen experiencia, compañeros que saben si son unos incapaces o su único objetivo es tener media hora para desayunar y salir a las tres de la tarde aunque haya dos pacientes agonizando... Pero eso no importa, solo importa que hoy sepan de qué trata la Ley 55/2003 de 16 de diciembre... entre otros cientos de cosas que en la práctica no sirven absolutamente para nada. Evaluamos a nuestros profesionales como si no existiera San Google, como si la legislación que rige todo el funcionamiento de la administración pública en Canarias no estuviera a su disposición haciendo "click"; solo nos basta con que tengan buena memoria. No tenemos en cuenta un detalle, lo que saben hoy, lo olvidarán mañana; su cerebro no necesitará utilizarlo más. Y luego nos quejamos de los funcionarios y del personal del servicio público... No son inútiles es que cuando los elegimos no les exigimos que sean más que eso.

Es patético que nadie se haya planteado que tenemos que buscar una forma mejor de contratar en el servicio público; es de las pocas cosas que deberíamos aprender de la empresa privada... Si no trabajas, te vas a la calle. Si decides que ahora es el momento de desayunar y cerrar tu mostrador cuando hay una cola de doce personas esperando por información, debes dedicarte a otra cosa. No les marcamos objetivos medibles, no son evaluados, no pasa absolutamente nada si no cumplen. En un empleo coherente si no rindes, no sirves,... es sencillo... "Para eso hay mecanismos como los expedientes disciplinarios..." dirían miles de funcionarios dolorosamente ofendidos por mis palabras ¿¿¿En seeeeerio??? ¿Cuántos expedientes disciplinarios se han abierto en esta isla porque buscas a un celador en urgencias de los que no hay rastro, cuando cuatro tendrían que estar operativos? Sin embargo tendrás que ir hasta el área de descanso, donde escuchas risas a medida que te acercas, buscarles y pedirles amablemente que se acerquen a un paciente que hace veinte minutos que necesita una silla de ruedas... Por cada ejemplo de buena praxis puedo responder con otro de incompetencia manifiesta y vagancia extrema... Y solo hablo de sanidad. La sanidad por la que hoy participan 46.195 opositores para ser auxiliares administrativos. La Sanidad de nuestro exitoso Servicio Canario de Salud.

Pero sería inmensamente injusta si no señalara cientos de excepciones; compañeros que me han ayudado cada vez que he sido contratada para trabajar solo un día en admisión de urgencias, una semana para pediatría o tres meses para archivo. Amables, cariñosos, comprensivos... No soy un premio Nobel, siempre necesité la ayuda de todas esas personas para empezar, para aprender, para adaptarme. Y luego están esos responsables que son conscientes de que la mejor forma de conformar sus equipos de trabajo no es que te asignen aleatoriamente a cualquiera de una lista; lo saben y en muchos casos lo han denunciado y exigido un cambio en el sistema. Ellos no han sido escuchados... Nadie quiere escuchar que no funciona un sistema que parece que lleva veinte años proporcionando trabajo a personas que serían incapaces en otras labores.

Pero entonces chocan con los sindicatos. No nos engañemos; chocan con los sindicatos del siglo XXI; nada que ver con aquellos que luchaban por los derechos de los trabajadores, por cambiar el sistema para que fuera más justo. Los sindicatos actuales adoran este sistema corrupto en el que ellos son intocables, en que la vagancia es un valor en alza, en donde lo importante es que ellos sean inamovibles. Estos sindicatos son los que no se plantean que un examen como el de hoy no proveerá de buenos profesionales los hospitales y centros de salud de Canarias; eso no les importa; lo fundamental es que pudieron escribir su rúbrica y plantar su sello junto a un acuerdo para fijar una convocatoria para empleo público y así fingir que tienen alguna utilidad.

No puedo permitirme el lujo de perder de vista que también somos casi cuarenta y seis mil votos y eso influye para que nada cambie. Y así estamos hoy, una vez más, porque, sobre todo, somos casi cuarenta y seis mil personas buscando un trabajo para no tener que preocuparnos más por trabajar.

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