La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Se pintan casas a domicilio

Querido amigo, no sé lo que sería de la lengua de Cervantes si no fuera por el enriquecimiento que le aportan nuestros hermanos del continente iberoamericano. Desde México y el Caribe hasta la antártica chilena pasando por las Islas Canarias, todos los hispanoparlantes hemos contribuido a que nuestro idioma se mantenga vivo.

Una lengua no es solo un instrumento para entenderse, es, sobre todo, una forma de expresar el sentir de la gente por medio de la palabra. A diferencia de los números, las palabras tienen la capacidad de evocar lugares y momentos, olores y sabores... Es, en definitiva, el alma que conforma la memoria y la personalidad de los pueblos.

Por su parte, tampoco se puede pretender que un cubano o un venezolano hable como un español, porque vivimos en ámbitos y circunstancias diferentes.

Así, aunque los giros y peculiaridades que utilizan nuestros parientes americanos no son precisamente muy académicos, sí que son lógicos y bastante expresivos.

En la mayoría de los países de habla hispana le dicen "mesero" al camarero, lo cual es razonable si piensas que estos señores atienden a las mesas, no a las camas, como se podría entender. También tienen razón cuando a la nevera le llaman heladera porque, que yo sepa, este electrodoméstico no hace nieve sino hielo. Las apisonadoras se llaman aplanadoras, al velcro se le conoce como "el pega-pega" y el imperdible es un alfiler de gancho. En la ropa de cama, la manta se llama "cobija" y cuando es para un colchón doble "el cobijo matrimonial".

No me dirás, Gregorio, que no son nombres más elocuentes y apropiados. Las cosas se denominan por su uso, y eso es lo que hacen nuestros hermanos del nuevo mundo llevados por esa mirada tan sencilla y espontánea que les caracteriza.

Con la misma ingenuidad y algún que otro exceso también te sorprenden los titulares de la prensa suramericana, como este titular tan expresivo: "Encuentran el cadáver muerto de un fallecido". Este también es curioso: "En un accidente fatal mueren dos personas y un colombiano".

En los años setenta, aprovechando que Iberia hacía un precio especial, me fui a México con mis padres y mi hermana. Era la primera vez que visitábamos un país iberoamericano y nos pareció que todos los mexicanos hablaban como Cantinflas.

Allí es normal que te encuentres, por ejemplo, con un cartel en cualquier farmacia que diga: "Grandes rebajas". Otra cosa divertida fue un anuncio en el diario "El Universal" que ponía: "Vendo carro poco chocado". Aunque el mejor de todos fue uno que venía en un recuadro diciendo: "Se pintan casas a domicilio".

Frente al conservadurismo de otras lenguas, la nuestra tiene ese desparpajo y aparente desorden que la mantiene viva, y eso se lo debemos en gran parte al castellano que se habla en los países iberoamericanos.

Ya somos más de quinientos sesenta millones los que hablamos el idioma de Cervantes en todo el mundo, y llegaremos casi al doble en 2050. Qué suerte poder entendernos con las mismas palabras!

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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