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Zigurat

El papa Francisco comenta

No solo de señas vive el ser humano, pero pueden ser significativas y hasta necesarias en algunos contextos. El papa Francisco ha vuelto a hablar, a comentar, sobre un asunto especialmente delicado e intrincado para la jerarquía católica: la presencia activa de la mujer en la iglesia y la facultad de administrar sacramentos y no únicamente como de servidoras de los curas.

Pero este comentario, como tantos otros, se queda por ahora donde está: para que la iglesia, a pesar de la influyente teología feminista -digo bien feminista- inicie un debate y se consigne en magisterio y en derecho canónico, no hay nada que hacer.

Lo que ha dicho ya se hace: allá donde las regiones son vastas y las comunidades muy alejadas, hay mujeres que son diaconisas y que hacen lo que pueden, incluidas las prácticas anticonceptivas, porque una cosa es Roma y otra donde anida la sensibilidad ante el sufrimiento que da como resultado la compasión.

Francisco está solo y me viene a la mente aquella ocasión en que en el Concilio de Éfeso, en 431, se discutía a puerta cerrada si María era madre de Dios o madre de Cristo, ya en la calle el pueblo clamaba que lo era: Theotokos, gritaban, como presión a los convocados y a los nestorianos.

Así, este papa que los laicos asumen como suyo, porque está más cerca de lo que piensan que de la propia doctrina de la Iglesia, asume este especial populismo moral allá donde va y como buen conversador dice cosas que después se matizan, como advirtiendo que no es magisterio, que es solo un comentario, dicho en un contexto determinado: encuentros informales con los medios de comunicaron, o el reciente cruce de misivas entre Hans Küng y Francisco, para que se abra el debate sobre la infalibilidad, otro asunto bastante conflictivo, pero hasta el momento solo se ha quedado en cartas elocuentes y esperanzadoras. Y está solo porque se asume con temor lo que consideran imprudencia papal y estos son los que obstruyen de alguna forma esta nueva forma de concebir el gobierno de la iglesia.

Desde hace muchos años, décadas, los divorciados, los separados o lo que sea, reciben los sacramentos en muchas iglesias del mundo, también los homosexuales y todos aquellos que han hecho elección de género, pero una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace.

Todavía es pronto, quizás este jesuita que se tiene que guardar a sí mismo, consiga abrir una brecha de luz en la anquilosada eclesiología que siguen muchos teólogos, que incluso llegaron a resucitar la metafísica tomista en la neoescolástica, que daba sus estertores en la primera mitad del siglo pasado.

Juan XXIII inició un camino de apertura sin precedentes y Francisco habla como ningún papa había hablado así antes. Si Juan XXIII llevó sus preocupaciones a un concilio y comprometió en ello a toda la iglesia -del que aún se esperan resultados por los impedimentos de parte de la curia-, Francisco se está quedando atado a sus gestos y conversaciones. Cuando se vea realmente la recepción en la calle, en las parroquias, en las facultades, se podrá hablar entonces de una verdadera renovación en la Iglesia, hasta entonces los religiosos y religiosas, los párrocos, los de a pie, los teólogos sigan haciendo camino, abriendo brechas en las, hasta ahora, inexpugnables murallas de la dogmática.

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