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Al azar

El fin del bipartidismo cultural

El único ensayo español de 2016 se titula La desfachatez intelectual. Con una prosa nítida y desenfadada de Mowgli, al politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca le basta con un centenar de páginas de un libro que dobla esa extensión para adentrarse en la selva de los tótem del pensamiento español, y para desembarazar al lector de su divina comedia. A diferencia de Jordi Gracia en el apreciable El intelectual melancólico, da nombres.

Repetimos, La desfachatez intelectual se ha convertido en la excavadora que procede a la demolición de la generación de pensadores que definen la transición española. Sánchez-Cuenca les acusa, con citas irrefutables, de un viraje de la revolución al conservadurismo descarado. Tilda de "pintorescas" por no contrastadas las "opiniones políticas" de Savater, Cercas, Muñoz Molina, Juaristi, Azúa, Vargas Llosa, Marías y Espada. Antes de que nos quedemos sin biblioteca, los quijotes redentores rescatamos de la hoguera al José Álvarez Junco de Dioses útiles, una nueva arremetida contra el nacionalismo.

Sin despeinarse, Sánchez-Cuenca ha decretado el fin del bipartidismo cultural, porque su libro deja espacio para tirotear también a Juan Manuel de Prada, Tertsch, Trapiello, Albiac, Carmen Iglesias, Álvarez de Toledo o Jiménez Losantos. Sin embargo, su índice apunta a la exizquierda para denunciar "la descarada derechización de tantos y tantos intelectuales que en su juventud defendieron consignas revolucionarias y anticapitalistas, y hoy han recalado en un conservadurismo escéptico y refunfuñador". Hablando de gruñones, tras arrinconar a Savater y para no incurrir en los hisopos de José Antonio Marina, rescataremos La conjura de los inmigrantes de Ricardo Moreno Castillo. Reafirmará nuestra convicción de que los pedagogos acabarán con la educación, aunque resulta menos categórico de lo que pretende.

Los muñecos apedreados por Sánchez-Cuenca en su antipanfleto no rozan a Georges Steiner. Leí sus Fragmentos para que me decepcionaran, pero fracasé en el intento. Ninguno de los ensayistas españoles desahuciados arriesga el físico como el sirio Adonis, que denuncia la barbarie intrínseca de los principios coránicos en Violencia e Islam. Lástima que el volumen se desencuaderne de un soplido tras desembolsar los euros de rigor.

En la frontera entre ensayo y novela, Frédéric Beigbeder ha dejado de ser el Houellebecq de los señoritos para redondear en Oona y Salinger el mejor libro de esta página con diferencia. El novelista francés advierte de que "esto no es una ficción". Su obra maestra de la autoficción o la faction desnuda a los escritores vacuos que se limitan a comentar hechos históricos, bajo pretensión de que les confieren un estilo apolillado. El mejor antídoto contra Modiano, de quien Beigbeder se mofa expresamente. El testamento de Eduardo Galeano es El cazador de historias, donde vuelve a demostrar su habilidad para disparar las neuronas del lector con anécdotas fugaces y fulgurantes. Günter Grass se despide de ustedes con De la finitud, buena y poliédrica comañía.

La brevedad se ha adueñado del ensayo en catalán. Carles Porta perfila en L'amic president al misterioso Carles Puigdemont, a través del relato de la última Nochevieja disfrutada junto al entonces alcalde de Girona y hoy president de Catalunya. El gobernante citado carece de defectos, según el homenaje amical. Esperábamos más humor de Sergi Pàmies, pero la religión es irreconciliable con las bromas y de sus Confessions d'un culer defectuós sobrevivirá la aproximación epistemológica a la figura de Cruyff.

En apoyo de los siempre denigrados editores, nunca se ha traducido con tanta puntualidad y criterio a los ensayistas extranjeros. Sin embargo, los xenófilos pueden degustar en francés el magnífico Il est avantageux d'avoir où aller, recopilación de extensos reportajes que aproximan a Emmanuel Carrère al Nobel tras su traspié religioso en El reino. En el detestable idioma inglés, Joby Warrick es un periodista del?Washington?Post que ha logrado su segundo libro y su segundo Pulitzer en Black flags. Sin concesiones estilísticas afrancesadas, demuestra que el jordano Abu Musab al-Zarkawi es una figura tan magnética como Osama Bin?Laden, además de inspirador de Isis. Cómo resistirse a la estupefacción de que el mayor terrorista de la historia del planeta estuviera obsesionado por tener el azúcar alto.

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