Imagínese una especie de tirita transparente capaz de protegernos no de las heridas sino del envejecimiento, incluso de "quitarnos" unos años de encima. Eso es lo que ha logrado el genial Robert Langer, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Junto con su equipo desarrolló un polímero biocompatible con excelentes propiedades mecánicas. Se comporta como una "segunda piel" capaz de "estirar" nuestros tejidos y así disimular las arrugas. ¡Y todo ello sin pasar por el quirófano!. Langer postula entusiasmado que, más allá de lo puramente estético, esta segunda piel podría tener potencial terapéutico, actuando como contenedor que libera fármacos de forma controlada e inteligente para tratar patologías como la dermatitis y eccemas.
