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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

La desfachatez política

El engolosinamiento que tiene Pedro Sánchez con la figura de Adolfo Suárez entra de pleno en lo que Ignacio Sánchez-Cuenca llama "la desfachatez intelectual", título, por otra parte, de un celebrado libro suyo, aunque para la ocasión de este artículo sería más bien la desfachatez política. En una entrevista que le hice al politólogo y autor de éxito (10.000 ejemplares en tan solo dos meses), subraya la injusticia de comparar la empatía con los pactos de la generación de la Transición con la incapacidad de la actual para lograr frutos en este sentido. Un abismo entre dos formas de actuar que vuelve a la palestra con motivo de las elecciones del 26 de junio, y la posibilidad nada desquiciada de que se repita el resultado del 20-D: cuatro no ganadores,

Argumentaba el profesor que en 1977, cuando la firma de los Pactos de la Moncloa, faltaba un sistema constitucional, y como consecuencia de ello un fracaso en las conversaciones podía acarrear un golpe de Estado, una vuelta al franquismo. Nada de esto ocurre ahora: la falta de un acuerdo en las negociaciones ha dado de sí un nuevo proceso electoral, es decir, un mecanismo que no tiene nada que ver con las amenazas del pasado a las que se enfrentó Suárez. A no ser que hayan hecho una diagnosis de amnesia, Pedro Sánchez (y al rebufo de él Rajoy y Rivera) son conocedores de los riesgos de Suárez y de su generación, a los que se les puede atribuir errores y destacar aciertos. Sin embargo, fuera de discusión queda que jugaban con fuego, que tenían sobre sus espaldas el destino de España y que un retroceso en las conversaciones podía dar de sí un rechazo social a la democracia recién iniciada. Y la prueba irrefutable de que no era una pose para entrar en la Historia fue el aviso del 23-F.

Pese a esta gran diferencia entre lo de ahora y lo que ocurrió décadas atrás, la desfachatez política quiere instaurar la estafa de que candidatos como Pedro Sánchez tienen en su vagón de cola el bagaje de Suárez. Desde el irrespetuoso oportunismo, se reviste cual top model del centrismo, y saca a relucir el fetiche de que él es la garantía para un éxito similar a la Transición. Pero claro, falta lo más importante, como bien dice Sánchez-Cuenca: usted alicata la realidad a su manera, pues los acosos que padece no son ni la sombra de los que sufrió Suárez. Y esto no es otra cosa que una desfachatez política, frivolizar con las fortalezas alumbradas tras el franquismo, piratear con la Historia, engañar a la sociedad, enturbiar aún más si cabe que lo que ya han hecho al respecto los libros de texto de nuestros escolares y bachilleres... Y por supuesto, desvelar la fragilidad de un discurso que resuelve sus carencias ideológicas con un retorno al suarizmo, algo que suena a no tenía nada mejor a mano para el socialismo del siglo XXI. Resulta penoso tanto saco sin fondo.

Tenemos derecho a estar asustados. Sánchez (y Rajoy y Rivera en pugna para no quedarse atrás) quiere trabajarse las piltrafas de la Transición, con luces y sombras, de resultado eficaz, y nada comparable al robo del siglo de la corrupción sistemática vivida y aún por vivir. Iglesias y Garzón también tendrían la desfachatez de apuntarse al centrismo. Todos, claro está, ambicionarían este espacio que gusta a los españoles, desgajar las aristas y ofrecer las curvas. Y lo harían después de establecer que el pacto que allí se fijó supuso una estafa para los derechos de los españoles, y la imposibilidad factual de lograr un sistema más democrático. Pero tantas criticas no impedirían en modo alguno suspirar por una consecución similar a la de Suárez. A este ejercicio de hipocresía no se le puede llamar de otra manera: desfachatez política.

Nada es intocable. Incluso se puede estar con Gregorio Morán a la hora de parcelar la reforma democrática y buscar en sus entretelas los hongos más negros y tóxicos, pero hasta él mismo sabe y acepta que contra ella no hubo oposición. Fue la opción más pragmática a bordo de un inconsciente colectivo llamado guerra civil, al miedo a la catástrofe, a la destrucción, al hambre, al exilio... Por ello viene a ser hasta hilarante que ahora, de la misma manera que se cambia de zapatos, nuestros candidatos recurran a la memoria de Suárez y se dediquen al manoseo de la manipulación. La sociedad y el votante de 2016 no tiene nada que ver con los del siglo pasado. Ahora hay que currarse otra situación y no ir a las rentas fáciles.

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