El trío constituido por Tim Burton (director), Johnny Depp (actor) y Danny Elfman (músico) formaron en el pasado una máquina tricéfala de hacer dinero que entregó burlonas fantasías, descaradas parodias y untuosos pastiches tanto genéricos como de marca: Eduardo Manostijeras, Sleepy Hollow, Charlie y la fábrica de chocolate, Alicia en el país de las maravillas y Sombras tenebrosas. En Alicia a través del espejo, Depp y Elfman vuelven a repetir en los títulos de créditos, no así Burton que ha preferido emanciparse (que no jubilarse, pues en septiembre estrena El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares) del grupo, dejando las riendas de la secuela de Alicia en el país de las maravillas en manos de James Bobin, otrora director de Los Muppets (Los teleñecos).

Alicia a través del espejo, basada en la segunda obra más popular de Lewis Carroll, aunque en realidad su largo título es A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, juega la baza del contagio de géneros, por no decir de estilo, tan de moda hoy en todas las cinematográficas. Lo grave radica en el dubitativo e inconexo desarrollo narrativo de la película, que empieza de un modo, cambia de sintonía rápidamente, vuelve a mudar de onda, para finalmente concluir en una fase, más allá de la tercera, y con más brillos que la película de Steven Spielberg.

Lo malo de Alicia a través del espejo es que es una película ya vista, y mejor, hecha a retazos de otras, pero sobre todo de las Tim Burton. Pero, incluso a sí, suma los vicios particulares del director de Alicia en el país de las maravillas, a quien posiblemente haya que perderle el respeto para poder degustarlo en su totalidad. No obstante, Bobin fracasa por méritos propios en su reciclaje de extravagancias y tópicos con una película sufridamente caricaturesca y definitivamente prescindible. Eso no quiere decir que Alicia a través del espejo no sume chanzas desternillantes y efectos visuales sorprendentes, pero eso sí, al servicio de un elenco de actores desbocados, en especial Johnny Depp y Helana Bonham Carter que sólo harán gracia (y mucha) a sus fans.

La segunda parte de las aventuras subterráneas de Alicia no es El Padrino 2. Ni siquiera Toy Story 2. Se agradece el intento de franquicia de esta nueva Alicia, pero es en cierta forma esa estructura la que enrarece el juicio de Alicia a través del espejo. Más insatisfactoria que su predecesora, su condición de pieza de conjunto desdibuja su identidad. Lo que molesta no es tanto que esté diseñada siguiendo el patrón de la anterior como que esté vacía, como si la Alicia original de Lewis Carroll (al igual que la de la película de Martin Scorsese Alicia ya no vive aquí) se haya mudado definitivamente. No está por ningún sitio.