La Provincia - Diario de Las Palmas

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¡No hay límites para soñar!

La Iglesia celebró ayer la solemnidad del Corpus Christi, el Día Nacional de la Caridad, la festividad de Cáritas. Y, como cada año, hemos presentado la Memoria de Cáritas 2015, en la que hemos recogido las cifras más importantes de las actividades y propuestas llevadas a cabo por Cáritas para acoger, atender, escuchar, acompañar y favorecer a las personas, familias y colectivos en situación de pobreza, marginalidad y exclusión social.

El Dios que celebramos es compasivo y misericordioso, y presta atención y acogida a los seres humanos, especialmente a los pobres y desheredados de la tierra, por eso los creyentes o nos comprometemos en el combate contra la pobreza y la exclusión social de los más necesitados o nuestra fe es estéril. Para hacer presente a Jesús en nuestra sociedad, Cáritas une y articula el compromiso social de los católicos y la fe en Cristo, e integra también a personas, colectivos e instituciones que colaboran y apoyan el compromiso social de Cáritas, aunque no defiendan las convicciones cristianas que la sustentan.

Cáritas es la acción social de la Iglesia, no es una ONG sin más. Cáritas acoge, acompaña y facilita la integración y el desarrollo de las personas en situación de pobreza y exclusión desde el compromiso personal y social. El cristiano actualiza sus creencias en la acción y el compromiso social (en la Biblia, Dios se dirige a Caín y le pide responsabilidades sobre su hermano Abel, no sobre cuestiones cultuales o rituales), pero no se queda ahí. El cristiano está dispuesto a entregar su vida por Aquél que murió por él para participar en su resurrección.

En el Éxodo -el Libro de la liberación- Dios saca a su pueblo de la situación de esclavitud y le acompaña en el duro camino hacia la liberación, a veces delante, para señalar e iluminar el camino y, a veces detrás, cerrando la marcha para sostener y ayudar a los que desfallecen, a los más débiles e indefensos. En esta festividad que celebramos, Dios va delante señalando el camino sobre alfombras construidas con esmero, paciencia, esfuerzo, arte y devoción. Nosotros avanzamos detrás sobre ese sendero que traza y transita y cuyas coordenadas se recogen en la liturgia en la que se destaca que Jesús percibe nuestras necesidades, nuestros problemas, nuestras debilidades y que de lo poco -cinco panes y dos peces-, si somos capaces de compartir y confiar en Dios, podemos lograr el sustento necesario para todos -unas cinco mil personas-, eso si, distribuidas en pequeñas comunidades de unos cincuenta miembros. Se nota que cuando se escribe el evangelio de Lucas, las pequeñas comunidades de cristianos que se reunían para compartir el pan y poner los bienes en común eran el fermento, en medio de la masa, de aquella sociedad decadente y en crisis de valores, incluso de la religiosidad tradicional, que no debía diferir mucho de la situación de angustia, preocupación y desconcierto en que vivimos nosotros en la actualidad.

El mensaje de Jesús para los cristianos y para Cáritas, como acción social de la Iglesia, es claro y tajante. Cuando los discípulos le piden que despida a la gente para que vayan a buscar alojamiento y comida en las aldeas y cortijos, les dice ¡dadles de comer! Hoy a los cristianos y a los que formamos Cáritas nos dice ¡dadles de comer! ¡levantad los ojos al cielo, pronunciar la bendición y compartir lo que tenéis!

Con este compromiso, con esta generosidad y con esta fe en Dios podemos lograr mitigar y ayudar a desterrar la pobreza y la exclusión y abrirnos al encuentro con el otro, que es nuestro hermano y, para los cristianos, el mismo rostro de Dios.

No olvidemos que repartieron el pan los que nada tenían, y llegó para todos. Para los cristianos y para los hombres y mujeres comprometidos en la lucha contra la pobreza y la exclusión social ¡No hay límites para soñar!

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