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Reflexión

26 J: el gobierno posible

El pasado 20 de diciembre, el mapa político de España cambió de color. Tal y como se auguraba, el bipartidismo quedó herido de muerte y, sumidos desde entonces en la agonía de la interinidad, encaramos ahora una segunda vuelta electoral de desempate que, en pocas semanas, volverá a abrir los colegios en domingo.

Que el bipartidismo esté agonizando no quita que las opciones políticas, a grandes rasgos, sigan siendo dos: una opción conservadora, que opta por seguir aplicando las recetas de la troika y los programas de ajuste neoliberal con predominio político del sector financiero, frente a una opción de cambio que quiere hacer valer en España y Europa un modelo alternativo, de regreso a la política con mayúsculas, fiel a los orígenes solidarios y pacifistas que, tras el horror del la Segunda Guerra Mundial, dieron lugar a la idea de la Unión. El programa de los "hombre de negro" que, saltándose todas las normas democráticas, pusieron la bota sobre Grecia, el programa del TTIP y el fin de la soberanía, frente a un modelo nuevo, que mire al futuro sin ingenuidad pero con esperanza, que sepa recoger lo mejor de la tradición ilustrada, un modelo de gobierno centrado en las necesidades de las personas, en la cultura compartida, en la recuperación del medio ambiente y en la defensa de un Estado del bienestar que, huelga decirlo, no está en venta.

Hablan de gobernabilidad y de Constitución quienes hacen de la Carta Magna papel mojado cuando les conviene. Hablan de "cambio sensato" quienes trabajan duro para que todo siga igual. Por mucho dinero que consigan para financiar sus campañas, estos adalides de la "moderación" tan sólo transmiten retórica vacía, cinismo y desencanto. La ciudadanía sabe que las estructuras de estos partidos están saturadas de elementos mediocres y trepadores, figurantes de opereta, perfiles grises de los cuales se diría al escucharlos que jamás hayan tenido ideales políticos de ningún signo. No es de extrañar el descrédito casi absoluto de la clase política, cuando en esta campan a sus anchas quienes, aparte de representar al gran capital, sólo se representan a sí mismos.

Estos meses hemos visto la máquina de fango del gobierno de la derecha traspasar peligrosamente los límites de la separación de poderes, con usos ilícitos de datos de sus oponentes, filtraciones falsas a la prensa, niveles de difamación y calumnia nunca vistos antes. También esto era previsible cuando el cambio echó a andar. Es evidente que sus señorías están preocupadas. Y en esto llevan razón, porque su tiempo se acaba. A los argumentos puramente aritméticos acerca del resultado del próximo 26 de junio, que auguran que las opciones de derecha centralista serán sobrepasadas por el resto de fuerzas del hemiciclo, se añade un motivo aún más poderoso: el gobierno que estas derechas plantean, ya sea en forma de grosse o kleine Koalition, es inviable en el actual clima político que se vive en el conjunto del Estado. El rodillo centralista es ya un artefacto caduco y tiene pocas esperanzas de volver a resultar operativo. El gobierno posible, en cambio, será aquel que pueda integrar el impostergable debate territorial y las diferencias nacionales en el seno de un país de países y que abandone de una vez por todas el mamporrismo y las amenazas: el constante uso que hace la derecha del autoritarismo y la imposición agrava más y más el desafecto hacia el marco común estatal y sólo la necedad y la cultura antidemocrática de la cual procede esa misma derecha le impide constatarlo y corregirse. En el caso de que una grosse Koalition, española y bananera, fuera capaz de sumar para formar gobierno, ello alentaría a todos los independentismos imaginables, desde Finisterre al cabo de Gata, pasando por Móstoles, Melilla y Guadalajara. Y nuestros prebostes de palacio sólo sabrían contestarlo de una manera: con mordazas, tribunales contra la democracia y represión. Cuatro años más con la derecha a cuestas y querrá la independencia hasta la estatua de la Cibeles.

En Canarias, una hora más tarde, también habremos de pronunciarnos en esta nueva cita: y conviene, para hacer escuchar la voz del archipiélago en el Congreso, ser conscientes del papel que vamos a jugar durante los próximos años en esta globalización que, sin comerlo ni beberlo, se nos ha venido encima. Si asumiremos por fin el incalculable valor de este territorio y su fragilidad, señalando y denunciando, caiga quien caiga, los atropellos que se cometen diariamente contra él y contra quienes viven en él; si, por contra, habremos de ser una colonia barata, que ofrece mano de obra barata, que sólo atrae turismo barato, que dilapida sus recursos territoriales con leyes del suelo que únicamente fomentan nuevos mamotretos, nuevos pelotazos, nuevos atentados paisajísticos; si seremos capaces de superar la mentalidad cortoplacista y chabacana que abunda por estos parajes y que guía demasiado a menudo la toma de decisiones políticas y económicas. Hay muchísimo por hacer y el potencial es enorme, es cierto, pero un marco estatal favorable es hoy por hoy imprescindible. El 26 de junio se vuelve a abrir la ventana de la oportunidad. Las condiciones naturales y sociales de las islas invitan a pensar en que es posible, viable y factible un futuro mucho mejor si las cosas se hacen con más cabeza. Está por ver si podremos, en fin, cumplir con lo expresado en 1930 por Pedro García Cabrera: sincronizarnos con la marea, y que este azul movible proyectado en el hombre engendre acción. Y surge esta sed de caminos, este querer andar, tormentoso. Caminos -acción- en el paisaje recortado de la isla.

(*) Músico y profesor. Miembro del Foro Crítica y Sociedad

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