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Retiro lo escrito

Partidos que se parecen a España

Años atrás, el entonces presidente Zapatero afirmó que el PSOE es el partido que más se parece a España, idea que luego fue asumida por Albert Rivera para referirse a Ciudadanos. También Pablo Iglesias la hizo suya al afirmar que Podemos es el partido que mayor semejanza guarda con "la gente". Y puede que todos lleven razón.

En cuestión de parecidos, pasa lo mismo que con los niños. Si a los críos recién nacidos se les atribuyen rasgos de padres, tíos y abuelos, es lógico que también los representantes del pueblo quieran asemejarse a sus electores. De lo contrario, nadie los votaría.

Esta teoría fue desarrollada en Italia por el politólogo Giuseppe de Rita, quien atribuye a los electores el deseo de hacerse representar por gobernantes que en el fondo se les parecen. Apoyó la hipótesis el periodista Beppe Severgnini, biógrafo de Berlusconi, al sugerir que el ex primer ministro italiano conocido como Il Cavaliere encarnaba todos los rasgos que identifican popularmente a sus conciudadanos. Coqueto, hablador, chistoso y amante del fútbol y de las señoras, Berlusconi simbolizaría en su persona la mayoría de los tópicos que al parecer diferencian a los italianos.

Por lo que toca a España, es bien sabido que al actual partido de gobierno se le acusa de pagar una parte de su sede en dinero negro. Nada que lo distinga, aparentemente, de los muchísimos españoles que durante la era dorada del ladrillo fueron invitados a abonar en dinero de clase B una porción del importe de los pisos que adquirían. Algo semejante sucede con el partido de Pujol en Cataluña, que aún tiene sus sedes embargadas por orden judicial. Se conoce que, a estos efectos, no hay hecho diferencial que valga.

También el PSOE se parece a España tanto como sugería Zapatero. Un partido que basa su programa en las ayudas sociales, conocidas como paguitas en el lenguaje popular, tiene que conectar necesariamente con la vieja querencia de los españoles al Estado paternal. Y los enfurruñados líderes de Podemos, que se pasan el día bramando contra castas y corrupciones, evocan inevitablemente la "cólera del español sentado" que Lope de Vega atribuía al público del teatro de su época.

Incluso los okupas de la CUP, de los que depende el Gobierno burgués de Cataluña, podrían estar ejerciendo -sin pretenderlo- cierta clase de picaresca típicamente hispana. En Barcelona, por ejemplo, consiguieron que el ayuntamiento les pagase el alquiler de una sucursal bancaria en la que se habían asentado. Esto de que los demás contribuyentes le paguen a uno la casa es una aspiración clásicamente latina, por lo que parece lógico que los ocupantes se hayan echado a las barricadas en cuanto la nueva alcaldesa (que es de los suyos) decidió dejar de sufragarles los vicios.

Llevan razón, por tanto, todos los partidos cuando dan por sentado que España se les parece, o viceversa. No podría ser de otro modo, si se tiene en cuenta que los políticos surgen del propio país y no de lejanas galaxias, por más que la justificada indignación popular dé a entender esto último.

Contra la vieja y algo reaccionaria idea de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, lo que ocurriría es que cada cual elige al que más se le parece. Eso sostienen al menos los politólogos De Rita y Severgnini, que no por casualidad son italianos. Tan parecidos a nosotros.

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