Vaya, Juan Fernando López Aguilar ha firmado o (más campanudamente todavía) ha anunciado que firmará el manifiesto Canarias no es un solar, lo mismo que hizo Paulino Rivero hace algunas semanas con una rúbrica que el propio expresidente se apresuró a ventilar. Uno intuye que hay que ser un poco estólido para presentar la decisión de ambos caballeros como un síntoma de una crisis larvada en las relaciones entre CC y PSC-PSOE y no como una voluntad deliberada de provocarla e incluso, en su caso, de representarla. Si López Aguilar está en desacuerdo con el anteproyecto de Ley del Suelo, actualmente en exposición pública, un elemental sentido de la responsabilidad como cargo socialista debería llevarle a explicar y argumentar su rechazo en los órganos de dirección del PSC. Explicar primero entre sus compañeros y luego a la ciudadanía las razones por las que los socialistas no deberían apoyar parlamentariamente esta reforma del planeamiento. Pero, por su puesto, no lo hará. Firmar un manifiesto sale gratis, defender en el comité ejecutivo regional una posición política discrepante respecto a un asunto básico en la agenda del Gobierno sustentado por coalicioneros y socialistas, no.

Primero, firmar un manifiesto de apoyo a Javier Abreu; a continuación, otro garabato impaciente en el manifiesto contra la ley del Suelo. La carrera política de López Aguilar parece seriamente comprometida porque en la actual dirección federal del PSOE no cuenta ya con apoyos ni alianzas relevantes. Ni con el equipo de Pedro Sánchez ni con las mesnadas de Susana Díaz guarda sintonía el eurodiputado canario. En el fondo -y bastante en las formas- López Aguilar es un producto de la etapa zapaterista, aunque sus comienzos en la actividad pública sean anteriores a la ascensión del diputado leonés a los cielos de la Secretaria General del PSOE. No deja de ser injusto -y lo es por su inteligencia, su solvencia intelectual y su sólida preparación académica- pero López Aguilar, en un periodo de aceleración histórica y transformación profunda del ecosistema político español, comienza a parecer un anacronismo. Siempre quiso huir de Canarias para conquistar escaños y ministerios, pero tal vez no le quede otra opción, si no quiere resignarse a dictar su cátedra, que volver a las pequeñeces provincianas de la política isleña. Estas firmas son, en realidad, la delgada flecha que indica una estrategia de aproximación a la política canaria que podría desembocar, si los astros son propicios, en un regreso a Ítaca para expulsar a los bárbaros, y a las bárbaras si es necesario. Para volver a reactivar un PSOE de ambición hegemónica, con un proyecto socialdemócrata nítido que no pacte con los coalicioneros durante un par de legislaturas y sepa abrirse hacia la izquierda. Algo que pudo haber sido y no fue y que -creo que desafortunadamente- ya nunca será. Todo ha cambiado. También en la izquierda. Para empezar en Ítaca los socialdemócratas se están dejando coleta.