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Cada cosa en su sitio

De la pancarta a la acción

La fachada del Ayuntamiento de Madrid (o Palacio de Cibeles) muestra un cartel a favor de los refugiados. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nacida española, ha decidido crear un campo humanitario de refugiados en la capital francesa. Una cosa es decir y otra hacer. París ha sufrido gravísimos atentados yihadistas, pero los principios y los valores se anteponen al recelo de "meter al enemigo en casa", que es la coartada de otros países y ciudades europeas para cerrar fronteras e incumplir clamorosamente los acuerdos comunitarios sobre acogida y distribución territorial de quienes huyen de la guerra y/o la persecución política.

El gobierno francés se ha hecho reticente porque las heridas del terror siguen abiertas y un partido xenófobo está creciendo peligrosamente en el país. La ejemplaridad alemana en materia de refugiados, sin posible comparación con el resto de los miembros de la UE, propicia la aparición de otro grupo ultra, hasta ahora inexistente. Pese a ello, una canciller no abdica del primado ético y una alcaldesa se descuelga de la línea de su partido, que es el que gobierna en Francia, y da a uno de los problemas cardinales de nuestro tiempo la respuesta que niegan el presidente y el primer ministro de la República. Ese problema nos interpela a todos y cada uno de los que creemos que, sin solidaridad, la democracia es imperfecta, está viciada y corre peligro.

La alcaldesa de Madrid, representante de una izquierda populista, no puede limitarse al cartelón, y menos aún desde el anuncio de su homóloga parisina de abrir "con carácter inminente" un campo de acogida. No bastará para cubrir toda la responsabilidad de su país, pero el buen ejemplo es tan contagioso como el malo. A mayor abundamiento, la xenofobia es residual en España, uno de los pocos estados europeos sin movimientos ultras. Aquí no sufrimos pesadumbres como la del Frente Nacional de Marine Le Pen, ni es probable que se organicen a corto plazo como respuesta al deber de solidaridad. Está bien la pancarta de Manuela Carmena, pero no basta. Ciertamente, menos da una piedra. Pero la palabra sin hechos es vacía retórica.

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