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Diario de un cura

La misa es una fiesta muy alegre

Antonio es un señor que ha sufrido muchas crisis de fe. Según cuenta él mismo, se bautizó en la Iglesia católica pero más tarde se sintió defraudado y fue a recalar en los Testigos de Jehová. Sin embargo, tampoco allí acabó su búsqueda y conectó con una Iglesia evangélica. Pero ahora, muy recientemente, se ha acercado de nuevo a la Iglesia católica. Le supuso una sorpresa no sentir rechazo alguno. Sólo faltaría eso. Lo curioso es que Antonio, en su recorrido por diferentes organizaciones ha echado de menos, sobre todo, el sentido festivo de las celebraciones. Dice que los curas y los pastores somos a veces demasiado serios en la liturgia. Pero que una de las cosas que más le gustan de esta Iglesia es que celebra muchas fiestas y me hablaba en concreto del Corpus.

La verdad que es así. A lo largo del año está uno metido en multitud de fiestas de carácter religioso. También a mí me gusta lo festivo. Pero sin que falte el verdadero sentido de lo que se celebra. Se puede acabar haciendo un Corpus donde todo el mundo curiosea las artísticas alfombras de sal o de flores y no se goce la presencia de Jesús en la eucaristía. Ocurre con las primeras comuniones. Muchas de ellas acaban convertidas en un acto donde lo religioso queda sólo como una sombra. Fiesta sí, Antonio, pero vivida desde la fe. Así ocurrió, por ejemplo, con la primera comunión celebrada por Alicia y su hijo Marcos. Fue un jueves, en la misa ordinaria de la comunidad, sin más adornos que los propios de la misa, que no es poco. Y sin más invitados que la comunidad que se reúne ordinariamente en la eucaristía. La emoción de madre e hijo, su alegría silenciosa, la paz que transmitían, fueron una muestra de que la fiesta estaba por dentro. Que es donde principalmente debe estar. Y que para hacer fiesta, fiesta de verdad, no se necesitan muchas cosas. Porque la fiesta o se vive interiormente o no es fiesta.

En estos días veo las páginas de mi Diario y, efectivamente, aparecen muchas jornadas con sabor a fiesta: Corpus Christi, primeras comuniones, fiesta de San Fernando de Maspalomas, bodas de plata de una pareja, Día de Canarias? Son actos que, vividos de la fe, adquieren todo su sentido. Felipe Bermúdez, que ha estudiado profundamente el tema, dice que "la fiesta es una necesidad irrenunciable de todo ser humano. Todo pueblo tiene necesidad vital de ellas. Como nosotros necesitamos el aire para respirar, los pueblos necesitan la fiesta para vivir. Las fiestas son la respiración de los pueblos". Por eso ocurre que algunos pueblos dejaron en un momento de hacer la fiesta y vuelven a recuperarla. Acaba de ocurrir, por ejemplo, en Ojos de Garza.

Para los cristianos es también irrenunciable hacer fiesta. De hecho, cada domingo celebramos la fiesta de la Resurrección de Jesús. Dicen los niños de la primera comunión que "la misa es una fiesta muy alegre". En teoría debe ser así. Pero, como también explica Bermúdez en su libro Fiesta canaria, no hay verdadera fiesta si no se participa, si uno no se involucra. No es el cura el que hace la fiesta. Hay que hacerla entre todos.

Espero que Antonio no siga dando tumbos y encuentre y disfrute.

Precisamente a la gran fiesta del cielo marcharon esta semana dos amigos sacerdotes: Pedro Suárez y Pancho López. En su despedida, nuestro obispo de Canarias definió muy acertadamente lo que les caracterizaba: el coraje de Pedro y la disponibilidad de Pancho. Dos hombres que en multitud de ocasiones vivieron la fiesta de la eucaristía y que ahora, recién acabado el Corpus, han partido para la verdadera Fiesta. Les lloramos y les recordamos llenos de esperanza.

(*) Con un recuerdo cariñoso para Pedro Suárez y Pancho López, compañeros sacerdotes que hemos despedido esta semana

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