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En voz alta

El andén de los olvidados

Hace unas semanas el ministro en funciones, José Manuel García Margallo, declaraba textualmente que "en recortes y austeridad nos hemos pasado cuatro pueblos". Muchos estamos totalmente de acuerdo con él, tanto en la derecha como en la izquierda.

Desde el Plan de Estabilización de la peseta, en el año 1959, hasta el año 2007, cualquier ciudadano español podía tener un proyecto de vida y esperanzas de cumplirlo. Todo español con trabajo, a base de mucho sacrificio, podía pensar en tener, y mantener, una familia, llegar a adquirir una vivienda y sacar a sus hijos adelante, ascendiendo en formación y futuro.

Esta línea se truncó con la crisis del año 2007. Desde entonces, incluso teniendo trabajo, muchos españoles no pueden permitirse "el lujo de tener un proyecto de vida". Se calcula que alrededor de un 20% de los españoles (¡uno de cada cinco!) no tiene trabajo o, si lo tiene, sus ingresos son tan insuficientes que sólo le sirven para ser pobres. Y nada más que pobres, sin posibilidades de salir de tal situación.

Hasta el desastre de 2007, España era un tren en el que se subían todos los españoles. Unos viajaban en los vagones de primera clase, con toda clase de lujos y privilegios. Otros viajaban en segunda, una clase media luchadora y emprendedora. Y la mayoría de los españoles viajaban en tercera clase, con muchos sacrificios y con muchas necesidades... Pero todos, desde primera clase a tercera, todos viajaban en el tren. España era un tren hacia un proyecto de futuro, con esperanza de llegar a la lejana estación de una sociedad mejor, más segura y más moderna.

Desde la crisis del año 2007, un 20% de los españoles (Aquellos "uno de cada cinco españoles"), han sido apeados en marcha, expulsados incluso de su vagón de tercera clase, y abandonados en un andén de alguna perdida estación. Más o menos les han dicho: "Esperen aquí, el tren no puede con todos, en pocos años, pasará otros tren y les recogerá...". Llevan casi nueve años olvidados en el andén. El andén de los olvidados.

Muy mal asunto es que una economía sólo consiga crecer manteniendo a una parte importante de sus ciudadanos condenados a la pobreza. En esta situación no sirve hablar de macroeconomía, eso sólo es un desprecio a las personas que padecen. Tampoco es un asunto de derechas o de izquierdas. La derecha sabe hacer crecer a la economía y muchas veces se olvida de repartirla justamente. Mientras tanto, la izquierda, pensando en repartir justamente, no consigue crear riqueza para lograrlo.

El mundo global en que vivimos está cambiando tan rápidamente que, seguramente, no sirve casi nada de lo que conocimos en el pasado. Mientras la economía financiera mantiene secuestrada a la economía real, mientras la concentración de poder económico sólo genera restricciones a la competitividad... mientras todo eso ocurre, los movimientos migratorios, de refugiados o no, la generación de marginados sociales, los del andén de los olvidados, crecen inexorablemente de un modo imparable. Seguramente, el futuro sólo será sostenible en un mundo de austeridad y sacrificio como el que vivieron nuestros abuelos. Austeridad y sacrificio, pero con un proyecto de vida y esperanza.

Si a nuestros ciudadanos les robamos la esperanza de conseguir aquel futuro, probablemente nadie, ni el país ni sus gentes, tendrá futuro. Por sí solos o astutamente manipulados, los desesperados a veces se rebelan y acaban actuando violentamente. Conviene leer muchas veces la historia pasada, y conocerla bien.

Se trata de una situación de absoluta injusticia, y pensar en ello como algo normal es un pecado de máxima insolidaridad. Por eso hay que arreglarlo. Además, es un buen negocio para la economía.

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