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Crónicas galantes

La teletienda de las elecciones

Más que convencer a sus posibles electores, lo que los partidos buscan-muy razonablemente- es conseguir un buen índice de audiencia en la tele. Así se explica que todos ellos hayan iniciado esta segunda precampaña multiplicando la presencia de sus gerifaltes en los programas para señoras. O grabando vídeos de primera para su difusión en las pantallas, que ahora pueden ser la de la antigua caja tonta, la del ordenador, la de la tableta o la del teléfono móvil. El caso es que le vean a uno, aunque sea de reojo.

Lo de los vídeos es cuestión anecdótica, pero aun así muy reveladora del perfil de cada uno de los contrincantes.

Ciudadanos, por ejemplo, ha optado por el estilo de la exitosa serie "Cuéntame" con la grabación de una historieta de bar en la que un parroquiano da doctrina a los otros sobre las bondades de Albert Rivera, mientras el barman reputa de vagos a Pablo Iglesias y a Mariano Rajoy.

Tal vez para desmentir esa imagen, el partido gobernante presenta a su líder Rajoy caminando a buen paso. El presidente interino dice que prefiere eso a correr, no porque correr sea de cobardes, sino porque así se arriesga menos la posibilidad de sufrir un tropiezo. Un mensaje típicamente conservador, como conviene al caso.

Más depurados en sus criterios estéticos, los líderes de Podemos han recurrido al cineasta Fernando León de Aranoa (el de "Los lunes al sol") para que les filme todo un documental en el que repasan la vertiginosa historia de este partido. La idea y su realización son mucho más sutiles, atendiendo al perfil joven, urbano e instruido que las encuestas atribuyen a los votantes de esta nueva formación.

Diferencias de detalle aparte, todos coinciden en dirigirse a sus electores por medio de la imagen: ya sea la del vídeo, ya la más directa de la tele. Es natural. La gente no quiere leer novelas, sino verlas en la pantalla tras su adaptación al lenguaje cinematográfico. Puede que la imagen mate la imaginación, que es atributo del lector; pero a cambio resulta de lo más eficaz para convencer a la gente de lo que haga falta.

Fue Alfonso Guerra, aquel vicelíder viperino del PSOE, quien descubrió hace ya muchos años los poderes mágicos de la tele. "Cambio diez mil militantes por diez minutos de televisión", dijo en cierta ocasión famosa para hacer notar el peso de la abuela electrónica que reina en los cuartos de estar frente a los tradicionales -y ya caducos- métodos de propaganda de la vieja política.

Más recientemente, Hugo Chávez siguió el ejemplo con un programa -"¡Aló, presidente!"- en el que el líder de la revolución bolivariana solía llamar burro a George Bush justo antes de afirmar que la Historia de la Humanidad se remonta a unos veinte siglos "o por ahí".

Desde que las audiencias y el share desplazaron a los vetustos mítines, la política se ha trasladado en España a los platós de televisión. No se trata de los aburridísimos debates que la tele francesa suele infligir a sus espectadores; sino de la mucho más creativa y a veces abusiva presencia de Iglesias, Rajoy, Sánchez y Rivera en cuanto programa de entretenimiento se les ponga a tiro por aquí.

Extrañamente, Belén Esteban no les ha presentado todavía una querella por delito de intrusismo profesional. Todo lo malo será que decida vengarse presentándose ella misma a las elecciones. Y es que una encuesta llegó a darle cinco diputados...

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