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Cada cosa en su sitio

El 'antropoceno' neoliberal

No será tan largo como las eras geológicas, porque la evolución -o involución- humana multiplica la velocidad de los procesos. Pero el "Antropoceno", por otros llamado "Capitaloceno", está aquí desde el siglo pasado. Ha llegado para quedarse, bajo la bandera de la "razón técnica" (Marcuse, Habermas...) del neoliberalismo extractivo, sobrepuesta a la razón ética y la razón natural. Perversión del medio y sus ciclos, colonialismo que degrada los bienes ambientales como "recursos" de explotación económica, legitimación del enriquecimiento ilimitado a costa de la utópica igualdad y la miserabilización de las condiciones de supervivencia humana y planetaria: estos son, entre otros también descritos en un brillante ensayo por la socioantropóloga Irmgard Emmenlhainz, los rasgos distintivos de la nueva era que, tristemente, identifica los conceptos "hombre" y capital" confrontados al concepto físico y metafísico de Naturaleza.

Si unimos a ello el augurio de que, hasta el año 2050, puede crecer en dos mil millones de seres la población de la Tierra, el futuro antropocénico es una trágica interrogación poblada de mutantes, o bien de migraciones masivas a planetas habitables. Como en las ficciones futuristas de la literatura y el cine, que la realidad ha hecho proféticas.

Sin necesidad de especular con la catástrofe de la especie, desconcierta la débil conciencia de una mutación sin precedentes en la experiencia humana y, por tanto, irreductible a la mecánica de los cambios cíclicos. Las advertencias científicas son cada día más acuciantes, como frecuentes las conferencias mundiales sobre el clima, hasta ahora limitadas en los hechos al ámbito de las buenas intenciones o al enanismo de las medidas si se comparan con el problema real. La degradación de la Tierra ha pasado de los síntomas a las pérdidas constatables en un proceso exponencialmente acelerado. Pero nada ni nadie frena el "capitaloceno" engendrado por la ideología neoliberal. Concentrar riqueza sigue siendo un "derecho" divinizado.

En la dialéctica política es ínfimo el compromiso de conservación medioambiental. Los discursos de las fuerzas democráticas, generalmente repetitivos en el vuelo bajo y el corto horizonte, no solo hastían sino que desprecian la capacidad movilizadora de una generalización de la urgencia conservacionista. Los partidos llamados "verdes" son escasos, pequeños y en ocasiones acaban integrados en la mediocridad consentidora de los grandes. Mientras tanto, los fenómenos del calentamiento, la atmósfera envenenada y el agotamiento de los recursos naturales aceleran el paso en el enriquecimiento exclusivo del uno por ciento de la población mundial, amparados por las mayorías políticas que emboscan sus responsabilidades con la especie.

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