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Rubén Reja

El análisis

Rubén Reja

No cierren el bar, por favor

Las elecciones del próximo 26 de junio no darán un ganador sino cuatro perdedores. El recelo al diálogo político que se instaló tras los comicios de diciembre debe romperse de una vez por todas. El vacío de poder tiene que abrir paso a los pactos y cerrar la puerta a una fatídica tercera vuelta. Un verdadero juego de tronos comienza, donde a las familias de siempre (PP y PSOE) se les han unido para la posteridad dos nuevos clanes (Ciudadanos y Unidos Podemos) con ganas de lucha y con opciones de ser la llave del bastión de la Moncloa. El mundo ya no es solo de dos. Ya no es solo azul o rojo. El bipartidismo imperfecto tiene que acostumbrase a reconocer el fin de su hegemonía y a admitir, por mucho que pese, que ninguna formación se acercará ni por asomo a los 175 escaños que dan la llave de la gobernabilidad. No obstante, el 26-J es una fecha innecesaria para los españoles, una lucha de egos, donde el perdedor será una vez más la ciudadanía como apunta de forma acertada la analista Desirée Barcia. La sociedad, inconformista y dividida más que nunca, no elijará al mejor sino al menos malo y donde la casta de siempre pugnará con la nueva casta que, por otro lado, se asoma más rigurosa que la anterior. La explosión de fuerzas emergentes no ha sido producto de la casualidad sino del hartazgo de la ciudadanía (50% del electorado) hacia los partidos de la casta de siempre que se han alternado en el poder durante los últimos cuarenta años en un mano a mano de desgaste. España, en coma desde hace demasiado tiempo, arrastra las tropelías de los corruptos, los insultantes niveles de fracaso escolar y el sangrante desempleo más propios de una sociedad disfuncional. El hastiado electorado ávido de soluciones está hasta los mismísimos del 'todo vale' y de la barra libre. España es como un bar que tiene un encargado al frente, pero que con el tiempo éste se vicia y trata de sacar la mayor tajada de cada comanda. La cuestión es si queremos cambiar de encargado y poner en su puesto un perfil totalmente antagónico o aleccionar al que está. Habrá que sopesar con cautela si preferimos dar un severo toque de atención al encargado que nos roba ahora, antes de dejar el negocio en manos de alguien nuevo, que podría acabar 'chapándolo'. Que no nos cierren el bar, por favor.

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