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Mirando a África

Proyecto ambicioso: el cinturón verde de Senegal a Yibuti

El mayor peligro de la zona africana conocida como Sahel es el de la desertificación. El avance del desierto hacia el sur asemeja una gigantesca ola que arrolla todo a su paso y contra la que nada se puede hacer. Caer en el fatalismo parece ser una consecuencia lógica frente al ataque continuo e inmisericorde del viento y de la arena.

Según La ONU, la desertificación obligaría a unos sesenta millones de africanos a verse desplazados de su hogar en unos cinco años. Y en diez años se perderían dos tercios de la tierra cultivable de la región.

Este panorama provoca sentimientos desoladores. El desierto del Sahara aparece como un voraz depredador de la vida vegetal que se encuentra a su paso. Y no hay nada que hacer contra él.

¿O sí?

La Unión Africana, sobre cuya utilidad más de uno ha expresado sus dudas, auspició un proyecto al que se denominó La Gran Muralla Verde del Sahara. El plan original consistía en crear una franja de arbolado de quince metros de ancho que atravesara África desde el Atlántico hasta el golfo de Adén y propiciara un obstáculo permanente al avance del desierto. Es decir, una franja verde que sirviera de freno a la arena. A lo largo del ancho de África.

Unos catorce países africanos que conviven en la zona tuvieron la feliz idea de coordinarse en una serie de proyectos de reforestación y recuperación de la tierra y sus usos desde Senegal a Yibuti, con la simple y llana intención de preservar pueblos y hábitats frente al cambio climático y al peligro de inseguridad alimentaria.

La Gran Hambruna de mediados de los años ochenta todavía se recuerda. Vino provocada por la pérdida de arbolado a un ritmo de un millón y medio de hectáreas al año en esta región.

A pesar de algunos vaticinios contrarios, el proyecto camina hacia adelante. Los detractores criticaban que era un plan diseñado en las instituciones en el que no se tenía en cuenta a las poblaciones locales. Sin embargo, los gestores han sabido trabajar con las comunidades al pie del problema y han obtenido de éstas una respuesta más que positiva.

Este éxito, aunque tal vez sea pronto todavía para utilizar esta palabra, se debe a la aplicación de técnicas y variedades locales para recuperar la tierra y plantar especies que puedan servir de alimento o como forraje. También se anima la utilización en el uso de técnicas tradicionales o arraigadas en la zona.

Parece mentira, pero algo tan elemental como la recuperación del bosque y de las técnicas de conservación agrícola y, sobre todo, una buena gestión del agua, que además consigue que muchas mujeres queden liberadas del trabajo de buscarla, anula la necesidad de buscar en la emigración la respuesta a los problemas locales.

Y eso es muy importante. Sobre todo para Europa.

El proyecto de la franja verde de bosque a lo ancho del continente está a un quince por ciento de su desarrollo previsto. No es mucho, pero es algo. Y, curiosamente, Senegal, nuestro vecino del sur, es el país que más ha avanzado en esta tarea.

A mí me parece un proyecto acertado ¿A quién no?

(*) Director jurídico de la consultora BMG África. gambin@bmgafrica.com

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