Vivimos en un país de supervivencia de sí mismo. En un país que no se cree nada de lo bueno que ha hecho en las últimas cuatro décadas y en el que se destacan abultadamente los errores cometidos. El miércoles, la noticia del día fue que el programa de un partido político de cuyo nombre no quiero acordarme se convirtiera en una parodia de un catálogo de venta de una conocida cadena de tiendas de muebles suecos. ¡Manda carallo en La Habana! que dirían en mi pueblo. Si eso es "la noticia" en medio de tanta miseria, problemas sociales, abandono de refugiados, etc., etc., apaga y vámonos. La cuestión es saber a dónde nos vamos. La realidad social es tan desconocida como su reducción a ciento cuarenta caracteres o su estampida mentirosa en encuestas que se blanden como las tablas de los diez mandamientos cuando no tienen ni el valor de la tinta del medio que las publica. Porque están mal hechas, o no están hechas: no hay ningún medio de comunicación que en este momento se pueda permitir pagar una encuesta bien hecha, y menos cada quince días. Pero de eso nadie habla, nadie cuenta, es mejor detenerse en el catálogo de los muebles repercutido en programa político. Es preferible soportar otros cuatro años al registrador de la propiedad de Santa Pola instalado en la Moncloa. Y seguir avanzando sobre las ruinas del pasado reciente que se está dinamitando cada día, sobre el olor soporífero de los titulares aventados como alfombras putrefactas de supuestas o ciertas corruptelas que no se investigan, que son flor de un día, que son carne efímera de consumo mediático inmediato, carentes de rigor, de reflexión, de tiempo para conocer de verdad el alcance de la noticia que pretenden anunciar. Este país se ha metido, o lo han metido, en el bucle maligno de una huida hacia el precipicio. ¿Por qué? Tampoco interesa mucho la pregunta y mucho menos la respuesta. Del cuestionamiento generalizado de todas las cosas, de todas las organizaciones, de todas las personas, hay quien piensa que saldrá algo mejor, algo más limpio. Habría que hacer la lista de las personas y cosas no cuestionadas para darse cuenta de los auténticos beneficiados por el desastre. Mas solo beberán durante un instante su triunfo, porque se habrán carcomido también a sí mismos. Pero eso, a esos, les da igual. Hay una canción de Roberta Flack muy pertinente para ser sintonía: "Suavemente me mata con su canción".